La Fuente Iluminada
(Continuación)
Sobre el Amor
Sólo el amor salva el abismo
que separa la idea de la forma. Sólo el amor lleva al entendimiento de los
planos y los une y los fusiona, para que alcancen su mayor totalidad de
expresión. El amor os hace vibrar y crecer, seguir en él. Subirlo de nota, amar
hasta lo más profundo de vuestros corazones y de vuestras conciencias, romper
las cadenas de vuestras limitaciones y volar al encuentro de la luz, para que
el agua divina os inunde y todo resplandezca en vosotros en plenitud de
armonía.
(...)
Se ha dicho que el puente debe
de ser construido del corazón a la mente para dar el salto vibracional a una
escala superior. Pero yo os digo ahora que si el extremo del puente que se
asienta sobre la energía que sale del corazón no tiene su base firmemente
arraigada en la fe en sí mismo, en la verdad de su luz interior, será de frágil
construcción el puente construido y puede quebrarse bajo el peso de la
responsabilidad del trabajo.
La luz interna, esa luz
personal única que como un faro solitario ilumina el mundo interior de cada ser
humano, ese faro vigilante que cuida de guiar y proteger la voluntad personal
ante las decisiones a tomar, es el camino cierto por donde la ayuda de los
seres superiores llega al hombre en una radiación de amor fraternal.
Escuchar: Este canal del que os
hablo es la línea comunicante en el descenso de la luz.
Desde nuestras mentes, la luz
se proyecta directamente al foco del corazón, y allí se esconde para volver a
brillar en una luz renovada. Se enriquece por el sentimiento de comprensión que
la persona realice, y es la fuerza que proyecta a la conciencia hacia un salto
superior.
Este foco de luz que reside en
el corazón abarca la totalidad de los cuerpos que conforman al ser humano, los
interpenetra y los une con su vibración de amor, y éste sirve de función disparadora
a todos los otros mecanismos del proceso mental que regulan la información que
recibe la conciencia, y la incorporación de la misma.
Si falla este foco de luz
primera, si el corazón se niega a ver y a sentir el impacto que recibe de las
fuerzas superiores, y deja de oír las voces que le sirven de pauta en el
proceso a seguir, todo este mismo proceso se verá dificultado y obstruido, a
pesar de que la mente esté dispuesta a recibir. El trabajo sólo está hecho si es
conjunto. Sólo de esa dualidad de ambos extremos del puente unidos, es que
puede salir la obra de transmutación conseguida.
Por eso os digo, hijos, que
vigiléis vuestros procesos internos para que éste trabajo quede bien
planificado y podáis construir ese puente desde vuestro corazón a vuestra
mente, con la verdad de la luz intensamente recibida en los dos lados de
vuestra realidad. Abajo es la obra, arriba el diseño, y los artesanos que la
ejecutan deben de usar todas sus herramientas para que la realización se vea
hecha.
Sobre la libertad
La libertad es dada al ser como un patrimonio de la
conciencia divina, que el Padre ha implantado dentro de las conciencias humanas
para que sirva al desarrollo de su avance espiritual. Las grandes fuerzas de la
creación respaldan este objetivo a alcanzar, pues todo en el Universo resguarda
y protege la iniciativa humana de perfección, a la que sólo se accede por y en
el uso de esa libertad.
La vibración que le corresponde es la más acorde con
el espíritu de la Ley. Las
fuerzas emanadas adecuan cada partícula de la simiente de Vida que se expresa a
sí misma, y por ello, sólo en la entera libertad del pensamiento, del deseo y
de la acción, es que ésta potencialidad de Vida puede ser expresada,
desarrollada, y transmutada en conciencia divina viva.
Entender esto: los pares oponentes aúnan sus
cualidades en pares disconformes, y ésta actividad acelera el proceso de integración
de los átomos a conseguir en su transformación.
Analizar el comportamiento humano. Pocos alcanzan el
derecho a la responsabilidad de aceptar sus acciones libres. La libertad pesa,
a pesar de ser ligera, y ata, a pesar de no tener ataduras. Su peso y sus
ataduras son aquellas condiciones con que vosotros las revestís en una acción
involuntaria de la conciencia, y es en eso mismo sobre lo que tenéis que
actuar, más que en ese espejismo que llamáis libertad y al que miráis como un
hito utópico a alcanzar. En sus hiladuras trabadas internamente es en lo que
tenéis que trabajar, pues ahí es que reside el verdadero espíritu de la
libertad. Entonces, rotas todas estas ataduras, la verdadera Libertad llega por
sí misma al hombre, como una lluvia silenciosa caída del cielo, que ningún ojo
humano ha podido contemplar.
El Vaso de la alegría
Hoy vamos a hablar sobre algo
común y que, sin embargo, pocas veces os paráis a reflexionar. Se trata de la
alegría.
La alegría es el don que más
directamente baja del cielo, pues la alegría es la perfecta manifestación del
amor impersonal que ha alcanzado su resonancia a niveles universales, dentro de
una carencia total de egoísmo.
La alegría es el símbolo de la
acción perfecta. Todo lo que está lleno de alegría es armónico en la
manifestación de su naturaleza, pues la alegría es el rayo de la luz pura, ya
equilibrado, que se expresa en un desprendimiento total.
La alegría es un vaso de oro
donde el manantial del agua viva se contiene y se desborda en un manar
infinito, que va impregnando de esencia purísima todo aquello que toca. Es luz
hecha canto, es risa, caricia, júbilo silencioso que sumerge al alma en altos
niveles de completa armonía, destruyendo a su paso todos los rincones oscuros
donde la sombra se instala, pues no permite que la luz sea obstaculizada, ya que
su vibración dispara el mecanismo del movimiento de la energía.
Todo esto que os digo es
referente a la verdadera alegría, no al concepto que vosotros tenéis de ella.
Pensáis en la alegría como en algo a conseguir de forma perdurable, y que es
proporcionada por la sensación de "tener". Os sentís alegres cuando
conseguís un objetivo, cuando alcanzáis algo deseado, cuando poseéis algo,
cuando tenéis más. La sensación de seguridad os proporciona alegría, el amontonar
pertenencias os hace sentir la alegría, el poder, la fama, la riqueza, el
bienestar, todo eso os hace estar alegres. Pero eso no es la alegría, eso es
luz detenida y solidificada por los deseos humanos.
La alegría es libre como el
viento, no posee nada, no necesita nada, no se apoya sobre la seguridad. Es el
movimiento interno de la luz en el alma que recorre los espacios de la
conciencia descubriendo en cada circunstancia, en cada hecho, en cada
situación, aquél toque mágico que borra cualquier deseo personal y que permite
a la luz ser generadora de un sentimiento tan limpio, tan profundo de júbilo,
que el gozo así sentido estalla en una sonrisa silenciosa en lo más profundo
del ser.
La alegría es la actitud de
perfecta libertad, de desinterés, de magnanimidad, de entrega total a una
comprensión, lo mismo ante un pensamiento o ante un acto, la reverencia
compartida ante un acontecer, sea cual sea su naturaleza, la identificación con
la esencia universal.
Todo lo creado puede llenar al
alma de alegría, si la conciencia alcanza a comprenderlo. Puedo aseguraros que
un estado de alegría permanente es el camino más corto para cumplir con la
orden divina de transmutación, pues éste sentimiento esconde el secreto de la
transformación interna que permite armonizarse en plenitud con el medio en el
que os desenvolvéis. Si sabéis entenderla y usarla, pondrá su luz regeneradora
en todo aquello que hagáis.
Todo lo creado es la
manifestación de la más perfecta alegría, pues el Padre es una sonrisa
expandida infinitamente por toda la creación, y el sonido de su canto impregna
cada esfera y cada nivel, a los que hace bailar de gozo dentro de sus giros.
La paz y el amor se unen en la
alegría, el color y el sonido tienen en ella su morada, la luz se glorifica, y
la primera esencia del canto manifestado es la flecha que la dispara hacia los
corazones de los hombres. Todo aquél que logra desprenderse de sus personalismos
para dejarle abierto ese camino hacia su corazón, la tendrá allí morando
eternamente. Que el canto suave de la caricia, de la ternura, de la sonrisa
dulce que aparta de sí el dolor y la tristeza, sean vuestros guías hasta que la
verdadera alegría sea vuestro destino total.
La soledad, un don poco
comprendido
La soledad es uno de los
dolores que más fuertemente aquejan a los seres humanos .La soledad abre las
puertas a las depresiones, a las angustias, a todos los síntomas de la tristeza
y del sentimiento de abandono. Los seres sumidos en la soledad sienten que
todas sus conexiones con el mundo exterior han sido cortadas, que una barrera
invisible los separa dolorosamente del resto de las personas, las cuales no
alcanzan a mostrar ni un gesto de comprensión o de acercamiento hacia ese ser
que sufre su soledad.
Pocos saben que en la soledad
también existe la felicidad. Ese sentimiento es, como todo, una ambivalencia
dual; esa misma sensación de angustia del ser que se siente solitario puede ser
la fuente del crecimiento, de la creatividad, de la felicidad más grande que
nadie se pueda imaginar.
La soledad es un don poco
comprendido. Su sentimiento, bien sea real o imaginario, le da la oportunidad
al hombre de buscar dentro de sí mismo sus mejores impulsos de conocimiento. La
soledad ahonda en los resquicios de la personalidad y busca todos aquellos
recursos que puedan nutrir una voluntad creativa y bien dirigida, que la haga enriquecerse bebiendo de su propia
fuente.
La soledad no es separatividad,
al contrario, es integración pura, pues por medio de ella, cuando es bien
dirigida, se pueden absorber las esencias que rodean a la persona e
incorporarlas a la propia conciencia en un trabajo de reflexión y maduración.
¡Qué pocos entienden el don de
la soledad!. Se quejan, se duelen, huyen de su contacto, y todo esto sin saber
que en lo más hondo de la soledad está la luz de la propia verdad, del conocimiento
del alma, del reencuentro con uno mismo en la más desnuda de todas las
verdades.
Por ello os digo, hijos
queridos, si vuestra vida se llena a veces de un sentimiento de soledad, si la
vida física os aparta de los seres que amáis, bendecir al Padre que os hace el
don más precioso de poder conoceros a vosotros mismos en una aceptación
interior de vuestro verdadero ser, pues ésta soledad, en el momento en que
entra en la vida de un hombre, es una oportunidad de apertura de conciencia a
través de un proceso de trabajo interiorizado, en ese movimiento suave
ondulatorio de ritmo espaciado, en donde la reflexión sirve de espejo a la luz
de la conciencia.
En la soledad reside el
silencio, y en el silencio abunda la sabiduría. Todos estos dones se agrupan
por simpatía y comunican sus gracias a aquellos que están dispuestos a
aceptarlos. No os quejéis, pues, de la soledad. Bendecir las épocas en que os
sentís solitarios, pues esa riqueza puesta en vuestros destinos, bien por breve
tiempo o bien por largos períodos, será la buena tierra en la que podréis
plantar y cosechar el fruto de vuestra voluntad de trabajo, en una selección de
nuevos valores que harán cambiar el rumbo de vuestras vidas.
Aceptar todo lo que os es dado.
Entendiéndolo así y conociendo la
Ley que mueve todas las causas, encontraréis la sabiduría que
se esconde detrás de los hechos de aparente intrascendencia, pero que sirven de
escuela de aprendizaje a quienes están dispuestos a recibir. La soledad os
necesita. Mirarla cara a cara y esperarla con una sonrisa de bienvenida.
La piedra, matriz del
pensamiento
La piedra es el símbolo de la
voluntad del hombre. Está dicho que el hombre y la piedra pertenecen al mismo
haz de luz, pero yo os digo ahora algo más. La luz que se encierra solidificada
en la piedra, es la manifestación de la energía primera en su máxima densidad.
Esta energía está ahí almacenada como una fuente potencial, para poder ser
usada por el hombre a nivel consciente.
La densidad atómica que se
encierra en la piedra, es poseedora de una fuerza matriz donde todo lo que la
mente humana pueda emplear en desarrollar ideas y conceptos, esa fuerza latente
impregnada en la roca, se pone al servicio de aquellos seres que alcanzan a ser
receptores de esa energía, y que luego vana poder desarrollar en un trabajo de
creatividad esa fuente potencial.
Cuando una mente se despierta y
empieza a ejercer su función pensante, se pone en marcha un mecanismo
automático de la Ley
por el que la radiación inconsciente encerrada en la roca se empieza a emanar
hacia esa mente receptora. Ambas sintonizan y se acoplan en un intercambio de
energías que les permita evolucionar conjuntamente.
La piedra evoluciona porque al
dejar fluir la potencia de la que es poseedora, escala una nueva nota un poco
más aguda, y el hombre evoluciona porque transforma con su pensamiento una
radiación sólida que recibe, y que la emite de nuevo por su cerebro convertida
en una onda de nueva cualidad.
La roca es la matriz del
pensamiento. Su fuerza hace germinar en el hombre el proceso pensante, y cuando
éste comienza, su influjo determina la energía de la que dispondrá aquella
mente al empezar a captar sus impulsos. La voluntad del hombre desarrollada a
través del pensamiento consciente, sigue un proceso evolutivo semejante al de
la piedra. De una forma naciente ruda, y a veces tercamente tosca, la voluntad
humana se va desarrollando en múltiples facetas transitorias por las que va
aprendiendo a través de acciones y palabras. Poco a poco va perdiendo su rudeza
inicial y va limando sus aristas hasta conseguir una expresión de forma
libremente fluida y armoniosa, que empieza a manifestarse como una mente
iluminada.
El proceso de la piedra es lo
mismo. Toda la energía que se encierra en ella y que, aparentemente, no puede
mover, al enviar sus influjos a las mentes humanas, éstas movilizan esa fuera
desde los planos mentales hasta los físicos, afectando a la piedra con
desplazamientos, necesidades de uso, construcciones y trabajos de tallado, y
adaptaciones múltiples que van modificando su estructura física, a la vez que
liberan la estructura atómica.
La forma en la piedra trabajada
es su iluminación. La luz en la forma humana, es a su vez piedra eternizada que
ha logrado expandir su estructura molecular. El pensamiento que se transciende
en una voluntad equilibrada y sabiamente dirigida, es la manifestación viva de
toda la energía con que la piedra ha contribuido al avance humano.
El fuego interno de la piedra
es el impulso sagrado de la esencia del espíritu divino. Lo comparte con el
hombre, ambos a cada extremo de la densidad de la luz en este plano. Roca y
mente, los dos encierran la misma fuente de energía. Piedra y voluntad, proceso
compartido de un desarrollo evolutivo. Piedra, base, estabilidad material,
matriz materna. Hombre, hijo, piedra móvil tallada por la voluntad. En ambos se
encierra el misterio de lo eterno, del lazo que une los extremos de círculo.
(Continua)
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