<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 04/04/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La ascensión al Gólgota (3)
<SUBTITULO>: Transfiguración
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: "La Transfiguración" de Rafael de Urbino (1518-20). Pinacoteca Vaticana. Roma.
<SUMARIO>: Transfiguración es la transmutación realizada en el crisol de la materia para que el Padre y la Madre se hagan Uno.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Vencida la tentación, volvió Jesús al trabajo que le llevaría a una
mayor expansión de conciencia. Su experiencia parecía ser un proceso de
unificación con su prójimo tras resolver en sí mismo las dualidades esenciales
para producir unidad y síntesis.
¿Cuáles son las dualidades que debían ser resueltas antes de
transfigurarse?
(...)
Dios y el Hombre deben fusionarse. Dios, hecho carne, debe controlar la carne, para que esta no sea un
obstáculo a su expresión.
La mayoría de los hombres aún no han tomado conciencia de su
personalidad dual. Esto lleva a la confusión. ¿Cómo se puede conciliar esa
dualidad en la conciencia? Naciendo de
nuevo, dice Jesús. Fue éste hombre nuevo el que nació en Belén, el que fue bautizado en el Jordán, el que venció su naturaleza
humana en la tentación y el que resplandecerá en la Transfiguración.
Hasta el momento de la Transfiguración, Dios se había expresado a
Si-Mismo a través de procesos naturales y por ángeles y profetas. Cuando el
tiempo fue cumplido, el Hijo del Hombre,
Jesús, sintetizó en su personalidad individuada e integrada, todo lo que la
experiencia humana había logrado en el transcurso de las edades. Con ello, puso
de manifiesto el camino a seguir. Este vector direccional fue el que reveló en la Transfiguración.
¿Cuándo llega el hombre a ese momento en que puede transcender lo
humano y convertirse en Hijo de Dios?
Llega, en la experiencia de cada ser humano, cuando se transforma en
una personalidad integrada que piensa, decide, determina, asume el control de
su vida en forma consciente, y se convierte en un centro de actividad, en un
foco de luz e influencia espiritual en el mundo.
El escaso uso del pensamiento y la dirección de la vida desde el lado
emocional, caracteriza al hombre común. Pero, el hombre que piensa y hace según
resoluciones que se originan en la mente, con el tiempo, se transforma en una
personalidad que ejerce algún tipo de influencia sobre su medio circundante.
Cuando esta personalidad se integra y permite que el Alma se unifique
con ella, se logra la síntesis, permitiendo que la Voluntad de Dios,
unificadora y comprensiva, se fusione con la voluntad individual, personal y
limitada.
Jesús realizó esta síntesis. Unificó también en sí, y para la Humanidad, el pasado y
el futuro. En el Monte de la Transfiguración
estaban Moisés (la Ley)
y Elías (los Profetas del futuro), el viejo
orden. El presente fue simbolizado por el propio Jesús y el futuro del
hombre por la
Transfiguración, por el cambio de forma que se operó en la materia-forma en María-madre, que revela lo que desde el origen estuvo oculto dentro
de ella.
La Transfiguración es una transmutación
realizada en el crisol de la materia en el que el Padre y la Madre se fusionan.
"Seis
días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, su hermano, y los llevó a
parte a un monte alto y se transfiguró ante ellos, y resplandeció su rostro
como un sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz".
Luego, se escuchó la voz de Dios que decía:
"Este
es mi hijo amado en quien tengo complacencia, a él oíd."
Cuando la Conciencia Crística nació, tres Magos le adoraron
en Belén. Ahora, tres discípulos, postrados e imposibilitados de contemplar la Luz -"Yo Soy la Luz del Mundo"-, que se les revela,
después de seis días de trabajo (un período de creación), reconocen el prodigio
latente en cada ser humano: el radiante cuerpo de Luz interno existe tanto en
el individuo como en la
Humanidad.
Ese vestido de luz, ese
cuerpo de energía que existe en el hombre purificado, surge a través del vestido de carne con el que fue
cubierto Adán, el primer hombre, cuando fue expulsado del Paraíso.
¿Qué lugar ocupan los tres discípulos en el relato? ¿Qué significa
esta triplicidad que encontramos a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento?
Moisés-Aarón-Josué, Job y sus tres amigos, Daniel y sus tres amigos,
los tres Reyes Magos, los tres discípulos de la Transfiguración,
las tres cruces en el Gólgota, son los símbolos
de la triple naturaleza personal del hombre: su realidad física, emocional
y mental. Tres energías que configuran la carne
del hombre material y por los que la
Luz del Alma debe iluminar al mundo.
Pedro es la roca, el cimiento de la forma física.
El lugar donde la semilla luminosa ha sido enterrada. Santiago significa ilusión;
es una referencia clara al cuerpo emocional. Juan, el evangelista, a cuyo través habla el Espíritu de Dios, es
símbolo de la naturaleza mental.
Esos tres aspectos materiales de la personalidad de Jesús, por haber
alcanzado la cima del monte, contemplan el cambio de forma que se opera en
ellos; pero es interesante observar que, a pesar del reconocimiento de lo que
sucede la forma física, no pueden expresar más que su temor y perplejidad; no
puede explicar lo que ha visto.
La Humanidad aprende a transformar
la carne por medio de la experiencia
divina; a transmutar su naturaleza emocional a través de la expresión de esa
misma divinidad; y a transferir la conciencia, desde el mundo de la vida
material, al mundo de las realidades espirituales.
De momento sólo somos espectadores. Algún día, cada uno,
individualmente, tendremos que pasar por la experiencia. Hemos oído hablar
sobre ella, pero no hemos intentado transfigurarnos. Algún día sucederá. Es el
paso previo para acceder a la
Cruz, lo que no quiere decir que tengamos que ser físicamente
clavados en ella. Hay muchas maneras de ascender al Gólgota.
Existen verdades que hemos olvidado. Otras han pasado a ser objeto de
creencia. Muy pocas se han convertido en objeto de conocimiento. Es la hora de
conocer. La creencia no es el Conocimiento. El verdadero conocimiento pasa por
el pensamiento, la reflexión, el experimento, la experiencia y la revelación.
El paso de ser fieles creyentes a
ser conocedores conscientes hay que
darlo en el ámbito de la vida cotidiana.
El itinerario de la ascensión al Gólgota es una sucesión de subidas al
monte de la revelación, en el que se producen expansiones de conciencia, y de
descensos al valle de la vida cotidiana, en el que los nuevos estados de
conciencia deben ser probados.
Después de cada experiencia, el trabajo del vivir diario al que se
retorna, es iluminado con una visión
renovada. Al querer introducirla en la forma,
provoca una reacción espiritual, expresada por Jesús en estas palabras:
"El
Hijo del Hombre será entregado a manos de los hombres y le matarán, más al
tercer día resucitará".
Después de su descenso del Monte de la Transfiguración,
Jesús (la personalidad) comienza de nuevo a servir, aunque ahora sabía que
tenía que morir y como debía hacerlo. A pesar de ello, nada le aparta de su
camino de regreso al Padre.
La gran idea que Cristo entrega al hombre es que Dios es Amor. Al ser
el hombre su imagen, debe, necesariamente, reflejar ese Amor; y debe expresarlo
como Amor al prójimo y a sí mismo. Es decir, como servicio. El servicio lleva a
la Iluminación,
y cada iluminación se expresa en un servicio renovado. Después de la Transfiguración,
Jesús-Cristo sirvió: enseñó y habló.
El camino de realización mostrado por Jesús no debe buscarse en el
abandono del mundo, ni en prácticas ascéticas; sino en cumplir lo mejor posible,
en el Amor, los deberes y demandas de cada día. Ser un faro de luz en el camino
que nos lleva al centro de nosotros mismos. Ese centro del que surge la Palabra Perdida
que será crucificada en la cruz de la
materia por propia Voluntad.
Por la propia Voluntad y por el Amor reconquistado, es por lo que hay
que volver a subir a la cruz, para desprenderse de ese nuestro vestido de carne, con el que se nos
cubrió a la salida del Paraíso.
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