La Singladura de Occidente
Capítulo 40
Capítulo 40
Lo que los Memes Naranja
y Verde no quieren mostrar (2)
Para Edgar Morin, el 2º agujero negro de la educación y de
la enseñanza es lo él llama “conocimiento
pertinente”; porque no basta con cualquier conocimiento, es necesario que
este sea pertinente. ¿Qué se quiere decir con esto?
(...)
Un conocimiento
pertinente es aquel que es capaz de organizar la información contenida en el
conocimiento. No por mucha información que se posea, ésta hace que el
conocimiento que esta aporta sea válido. Veamos el ejemplo de la ciencia
económica, con sus premios Nobel y su extremada sofisticación. A pesar de ello
es una ciencia cuyo poder de predicción es muy bajo ya que al reducir todo a valores
matemáticos y no tener en cuenta otro tipo de fenómenos no cuantificables
(políticos, sociales, fenómenos de masas, que cambian los movimientos
bursátiles, etc.), se encuentra aislada del resto de la realidad social y
humana. Podría decirse que su conocimiento no es pertinente, ya que al ser solo
una sofisticación, prescinde del contexto donde ese presunto saber debe ser
aplicado. El significado completo de una palabra no se encuentra en su
significación intrínseca, sino teniendo en cuenta también el contexto.
Para que un
conocimiento sea pertinente ha de situar esa información en un contexto lo más
global posible, geográfico, histórico… Por ejemplo, un contexto del
conocimiento tecnológico debería ser el de la biosfera. Nuestros sistemas de
enseñanza enseñan disciplinas cerradas en si mismas, lo que produce una atrofia
de nuestra mente para situar o contextualizar cualquier conocimiento. Un
conocimiento cualquiera es solo una parte
separado de un todo, aunque es la relación del todo y sus partes lo que
es importante. Y esto es lo que no se enseña, que existe un bucle de
retroalimentación entre las partes y el todo.
El 3º agujero negro lo constituye algo que sorprende que no sea
siquiera considerado: nuestra propia condición
humana. Cuando daba clases y conferencia, a veces, solía preguntar a los
que me escuchaban, no todos lo hacían (al menos en clase): ¿Qué eran? Automática e inconscientemente ellos cambiaban el qué por el quién y me respondían con su nombre, profesión o actividad. ¿Qué
nos hace no considerar lo que somos? Tal vez pensemos o digamos que somos un
ser humano, pero ¿cuál es nuestro contexto?
Desde el siglo pasado,
las modernas teorías cosmológicas (Big-Ban, universo en expansión etc.) nos
proporcionan nuestro contexto: un universo en expansión (Morin dice que “tiene una aventura”) y una historia, y
que a pesar de su inmensidad contiene a nuestro pequeño planeta el cual se
incluye en una galaxia periférica a la que llamamos Vía Láctea (un nombre
puramente mítico que se formó de la leche que manaba de los pechos de la diosa
Galatea). Gracias a esta cosmología científica, como ya hicieron las antiguas
cosmologías míticas, podemos contextualizarnos en el Universo. Y diga lo que
diga la ciencia mecanicista, materialista y reduccionista, no solo somos hijos
de la evolución de este pequeño planeta que es la Tierra, sino que también lo
somos de la Diosa Galatea
y de la Gran Madre
egipcia Hator que simboliza a todo el Universo. Así que somos un ser humano que
tiene conciencia (más o menos) de pertenecer al Universo, aunque se encuentre
situado sobre la Tierra
y en la vida que esta ha desarrollado.
Las distintas ciencias
humanas son compartimentos estancos; no se comunican entre si, nuestra
naturaleza biológica, social e individual carecen de comunicación, por ellos
somos seres escindidos de todo lo que nos rodea. No basta con conocer lo
inmediato, también es necesario tomar una distancia, y por suerte para nosotros
nuestra cultura nos ha proporcionado esa distancia gracias a la cual podemos
ver el Universo.
Nadie enseña que nos
encontramos en ese universo y que nuestra condición humana adquiere su pleno
significado cuando nos consideramos a nosotros mismos incluidos en él. Morin
señala que el conocimiento de nuestra condición
humana no se detiene en las ciencias físicas, biológicas o sociales.
Nuestra vida esta llena de pasiones, emociones, sufrimientos, goces,
relaciones… De estos aspectos de nuestra condición no habla la Ciencia, pero si lo hace la Literatura, la Poesía, el Cine o el
Teatro. Lo ha hecho desde que apareció la escritura y tal vez ya lo hiciera en
el largo periodo de la tradición oral. Cualquier novela de Tolstoi, Proust,
Balzac; cualquier obra de teatro de Calderón, Lope o Shakespeare…; cualquier
tragedia de Eurípides, Sófocles o Esquilo; nos proporcionan más información
sobre los aspectos internos de nuestra naturaleza que toda nuestra ciencia
reducida solo al conocimiento de nuestra realidad material.
La concepción que tiene
la ciencia actual del ser humano es una concepción mutilada. No somos solo
razón -y a veces es difícil verla-, porque lo que predomina es el delirio, lo
lúdico, el goce, los impulsos emocionales… No solo somos un “homo econumicus”, sino que nos
alimentamos de mitologías, de sueños, de los frutos de nuestra imaginación,
como defendía William Blake. Nuestra naturaleza humana es el resultado de una
tremenda complejidad, por ello, estudiarla, enseñarla, para llegar a
comprenderla, solo es posible si somos capaces de religar todos nuestros
conocimiento y disciplinas.
“¿Quién podría dudar de la presencia del espíritu? Renunciar a la ilusión que ve en el alma una <<sustancia>> inmaterial, no es negar su existencia, sino por el contrario comenzar a reconocer la complejidad, la riqueza, la insondable profundidad de la herencia, genética y cultural, así como la experiencia personal, consciente o no, que conjuntamente constituyen el ser que somos, único e irrecusable testimonio de uno mismo.” (Jacques-Lucien Monod -1910-1976-. Biólogo francés descubridor de sistema operón lac que controla la expresión de los genes en las bacterias y sugirió la existencia de moléculas de ARN mensajero que modifican la información codificada en el ADN y en las proteínas.)
La pregunta sería: ¿Por
qué la mayoría de los científicos no quieren darse cuenta de que esta
separación y parcelamiento del conocimiento, no solo afecta a “un conocimiento del conocimiento”
(Morin), sino también a nuestras posibilidades de conocernos a nosotros mismos
como seres humanos?
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