- 1 -
La ignorancia
Veamos primero que significa esta palabreja. “Ignorancia”, sustantivo del verbo "ignorar", procedente del latín “ignorare”, significa "no saber"; a su vez es un derivado
negativo de la raíz “gnō” de (g)noscere que significa "saber". Suele entenderse de forma
general como falta de conocimiento
acerca de un asunto determinado.
(...)
Esto se puede entender en dos sentidos:
- En un sentido absoluto: Ignorancia o ignorante,
aplicado sin matices y en sentido absoluto a una persona o grupo social,
equivale a un insulto que manifiesta una degradación en la escala social y en
la valoración individual.
- Y como un contenido concreto: Cuando se aplica a
un contenido concreto significa «no
saber algo determinado», frente al conocimiento de otras muchas cosas o «tener un conocimiento imperfecto sobre…»
En este segundo sentido es donde el concepto de ignorancia adquiere toda su dimensión
en su referencia al conocimiento,
transformándose en una herramienta para conseguirlo.
No se trata, entonces, de una «ausencia de», sino de una «carencia
de» o de una «imperfección» respecto
de un conocimiento adecuado.
De entrada, quiero señalar que todo lo que vamos a ver son
“generalidades” y, como tales, no se
pretende particularizar en ningún sentido. Sobre estas generalidades, cada
uno/a deberá trabajar en la particularidad propia que haya sido capaz de “observar” en si mismo/a. Sobre todo, en
las “justificaciones” que pueda dar
por lo que pueda sentirse aludido.
Hay cosas que el hombre desconoce o no conoce (por mucho
que uno quiera aparentar lo contrario, uno no puede saber aquello que no sabe,
aunque actúe como si lo supera), y cuando se encuentra ante ellas se limita a
improvisar o deja que sus instintos actúen. Una pregunta: ¿recuerdan a alguien que
nos haya enseñado alguna vez “higiene
emocional”? ¿Alguien nos haya enseñado a “amar”? Que yo sepa, la enseñanza de esta asignatura no se imparte
en ningún centro de enseñanza de todo el planeta. Usualmente dejamos que la “pasión”, o la “emoción amorosa”, fluyan libremente (cuando lo hacen) como un grifo
abierto y “choquen” con la energía
equivalente que proviene de la pareja (o de algún otro como madre, padre,
hermano, amigo/a…), mientras ambos se entregan al deleite que tal embestida
pueda producir.
¿Es esto suficiente y satisfactorio para mantener
enlazados a dos personas? El elevado índice de separaciones nos señala que no
es así. Ni siquiera los votos religiosos, o la moral imbuida de cuidar a los
hijos, o la “falsa moral social”, es
suficiente para ello. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que la
gente desconoce los que es el Amor
y, mientras lo ignore, nunca logrará cumplir sus expectativas de felicidad.
Nuestra “ignorancia” a este respecto
viene causada por una deficiencia. La “Matriz
colectiva” elude enseñarnos algo sobre ello y, lo terrible, es porque
seguramente ella no lo sabe tampoco, o puede que por otros oscuros motivos no
le interese.
Si, en cambio, se nos dice que la “felicidad” es una necesidad básica de todo ser humano (aunque
tampoco se nos “enseña” que es ni se
nos educa en ella), de ahí que tengamos que buscarla, a nuestra libre
interpretación, para incorporarla a nuestra realidad, a fin de “realizarnos” como individuos. Sin
embargo, en la práctica, esa búsqueda de felicidad constituye una de las
mayores fuentes de frustración y desamor. Esa frustración genera poco a poco “inhibición” y “alejamiento”, lo que a su vez engendra amargura, agresividad,
desdicha, envidia, autodestrucción, soledad, vacío… De hecho, son muy pocos los
que logran alcanzar algún tipo de “felicidad”
en relación con un amor auténtico.
Un análisis somero pone en evidencia nuestra incapacidad para amar, así como la
incapacidad de la mayoría de los seres humanos. Tal fracaso debe buscarse, por
una parte, en la “ignorancia” de las
parejas para establecer una relación consciente por parte de ambos y, por otro,
de un pesado saco de errores, prejuicios y falsedades que se repiten generación
tras generación y que mimetizamos de forma inconsciente. De hecho, el
conocimiento que la gente posee del amor, no pasa de ser una idea llena de
caprichosas y egoístas fantasías.
Cuando las “fantasías
amorosas” no coinciden entre los intereses que integran la pareja, estas se
desilusionan, frecuentemente en un tiempo breve. Si sus fantasías son similares,
la “disolución” se hará más lenta y
penosa, llegando a producir fuertes dramas emocionales y psicológicos. Son los
lacerantes dramas amorosos cotidianos. En ambos casos, todo termina “enfriándose” y, a la vez, con el frío,
el cansancio y la muerte. El frío es
cansancio.
Cuando en el “Trabajo
Interno” se habla que es necesario renunciar
a las ilusiones y a las fantasías, se refiere a esos “sueños fantasiosos” que todos tenemos, y que están motivados por
nuestros más ocultos deseos y temores. Al igual que un niño/a sufre para
convertirse en una mujer o un hombre (a veces solo una imitación de hombre o mujer),
el “amado/a”, cuando se encuentra
aquejado de la “enfermedad” del sueño
y la quimera, debe transitar un proceso doloroso para sanar su mal.
Pero: ¿cómo se persuade a la gente que el construir “castillos en el aire” les lleva
ineludiblemente a la infelicidad y el dolor? Sobre todo, cuando la gente
considera lo “no-fantasioso”
(¿realista?) como un sacrificio; es decir, como si el hecho de ser realista implicara renunciar a cosas
muy queridas. O, a la inversa, se tenga que renunciar a expectativas concretas
y reales para poder así satisfacer un romanticismo fantasioso. Lo reconozcamos
o no, todos tenemos una gran dosis de fantasía que proyectamos en la pareja o
en algún otro/a.
Por desgracia, nuestra “sabiduría”, en lo que respecta a la pareja, se limita al conocimiento
de las diferencias anatómico-genitales, teniendo una supina ignorancia respecto en que se
diferencian un hombre y una mujer a nivel psíquico o del alma, así
como a la constitución de los diferentes cuerpos (físico, psíquico, mental,
etc…) que nos constituyen, ateniéndose además a la cultura de cada uno.
Es fundamental comprender que “masculino” y “femenino”
no representan una simple diferencia de género, sino que son “principios” de la polaridad del
Universo. El hombre irradia el principio activo de “Dios”, del “Campo” o como quieran llamarle; y la mujer, lo pasivo o concebidor de la Naturaleza, el
principio pasivo de esa Divinidad (consideren que “Dios” y “Divinidad”,
incluso el concepto de la física “campo”,
solo son símbolos de “algo” que
desconocemos). Se necesita conocer y
comprender, por lo tanto, en que se asemejan y en que se diferencian el hombre y la mujer para
que pueda existir entre ambos una auténtica comunicación. Es bastante común que
el hombre subestime a la mujer a causa de una incontable cantidad de ideas
equivocadas, de prejuicios y miedos inconscientes. Lo mismo podría decirse de
la mujer respecto al hombre.
Uno de los principales requisitos para formar una
verdadera pareja sin “oscuridad” es
permitir que la relación se fundamente en un plano de “igualdad”. Por “igualdad”
hay que entender, esotéricamente
hablando, no solo el nivel físico, sino también el nivel del EGO, el nivel Mental y el nivel Astral
o emocional.
Durante la etapa patriarcal,
y por comodidad y salvo excepciones, la mujer
se ha acostumbrado a transferir su responsabilidad al hombre. Aunque las dos posibilidades siempre estuvieron presentes:
o se convierte en la protegida del hombre poniendo un fin prematuro a sus
posibilidades de evolución, o se pone al mismo nivel de igualdad social, asumiendo sus propias responsabilidades. En esta sociedad patriarcal, el varón también
tiene la responsabilidad de comprender lo que significa “igualdad”, incluso igualdad
social. Si ambos no crean un “espacio o campo matrimonial” que sea
más importante que las particularidades subjetivas de cada uno, y donde esa “igualdad” se desarrolle, nada se
conseguirá.
Por otro lado, mujer
y hombre no son enteramente femeninos o masculinos al cien por cien. El hombre solo posee ¾ de
energía masculina y ¼ de energía
femenina. Los mismos porcentajes valen para las energía femeninas y masculinas
de la mujer. Esto es un porcentaje estándar. Esos porcentajes pueden variar, y
de hecho lo hacen, en el transcurso de las vidas, de acuerdo con múltiples
factores energéticos, del alma, planetarios y otros. También varía a lo largo
de la vida.
¿Qué representa ese porcentaje de energía contraria que
tiene cada miembro de la pareja?
Lo “masculino”
en la mujer, contemplando solo el
lado “oscuro”, que es el que aquí
nos interesa, significa: volubilidad,
brusquedad, amargura, matriarquismo, celos, orgullo, vanidad, envidia, verborrea, agresividad, espíritu de posesión, frigidez sexual, frigidez emocional, mal genio,
lenguaje soez, mojigatería, ansia de poder,
pereza, egoísmo, hipocresía, irresponsabilidad, histeria, autocompasión, sadismo, odio, impulsos destructivos,
morbosidad fantasiosa, deslealtad, narcisismo, capricho. Lo
miren por dónde lo miren, esto es mucha “oscuridad”.
Lo “femenino”
en el hombre: fanatismo, apasionamiento,
sensualidad, debilidad de carácter, fanfarronería,
narcisismo, deslealtad, mojigatería, egoísmo, histeria, vanidad, orgullo, celos, prepotencia, mal genio, machismo, carácter voluble,
odio, carácter explosivo, agresividad
física y oral, irresponsabilidad,
envidia, masoquismo, pereza, comodidad, abulia, hipocresía, exhibicionismo, falta de autodominio, fantasía,
rigidez emocional y mental, avaricia, subjetividad, cobardía.
(Así lo e3xpresa John Baines en su libro “La Ciencia del Amor”).
Tampoco debe extrañarnos que muchas de las características
que son “masculinas” en la mujer,
sean “femeninas” en el hombre, y
viceversa, ya que su condición de género no reside en la característica misma,
sino en relación a cómo se manifiestan en cada uno.
También podemos conocer las cualidades “femeninas” en la mujer y las “masculinas” en el hombre, ahora desde
el lado luminoso.
Lo “femenino”
en la mujer representa y tiene a
manifestarse como: amor, suavidad, dulzura, equilibrio, franqueza, naturalidad, autodominio,
comprensión, poder generador equilibrado (libido), imaginación limpia y controlada, amistad, lealtad, objetividad, humildad, seguridad, responsabilidad, realismo, generosidad, armonía, prudencia.
Lo “masculino”
en el hombre como: valor, modestia, humildad, responsabilidad, franqueza, autodominio, seguridad, actividad, fuerza controlada,
ausencia de celos, no machista, rectitud moral, razonamiento lógico, capacidad de comprensión, flexibilidad
emocional e intelectual, armonía,
equilibrio, espiritualidad, inteligencia,
carencia de prejuicios, solidez mental y psicológica.
Estas características nos permiten conocer de una forma
sumaria aquello que nos viene de nuestro polo opuesto. Es necesario entender
también que los aspectos “positivos”
de cada polaridad pocas veces se manifiestan. Lo que hace que una mujer o un hombre sientan celos, agresividad, amargura o histeria, se
debe a la vaguedad o indefinición que cada uno tiene con su propia
polaridad.
Estas características, masculinas y femeninas
dan lugar a un doble fenómeno:
A.
La presencia
en todo individuo de una cantidad de
energía de polaridad opuesta a su sexo, la cual se encuentra en estado latente.
B.
El comportamiento
psicológico que esta fuerza induce. Es aquí, en este fenómeno tan simple,
que radica el secreto del comportamiento libidinoso e inconsciente de todo ser
humano.
Podemos conocer
el sexo físico de una persona, pero ignoramos
todo sobre su “sexo psicológico”.
Ambos sexos, masculino
y femenino, han sido representados
desde la más remota antigüedad, por dos símbolos
que indican el género: el huevo y el
espermatozoide o la culebra. Símbolos que se corresponden
con las actitudes básicas de cada género: “impulso
de penetración”, confundido a veces con agresión (espermatozoide), o “envolvimiento”, confundido con fuga
(huevo). Lo que nosotros entendemos, muchas veces de forma equivocada, como agresión y violencia solo es la fuerza
impulsora de la Creación, aunque pervertida y mal aplicada. Metafóricamente
hablando, quien agrede trata en
realidad de hacer concebir en el agredido un estado anímico diferente. El que
se envuelve o huye, busca con esto
vencer al agresor absorbiéndolo dentro de si mismo, como lo hace el huevo con
el espermatozoide. Es por esto que agresión
y huida son conductas primarias de una fuerza extraordinaria, ya que se
corresponden con energías cósmicas de carácter equivalente. Tal vez algún día pueda
explicar la relación que existe entre el impulso
violador del Dios Pan y el “pán-ico” que produce en las Ninfas a las que intenta violar.
Lo que hay que entender es que “macho” y “hembra” solo
expresan “género”, y que el hecho
que un sujeto “varón”, sea
psicológicamente “hembra”, o
viceversa, solo indica una pérdida de
“luz”, una “oscuridad”, fruto de
la ignorancia sobre el principio “género” universal, y no puede servir
para indicar la bondad o maldad de un individuo. Es preciso
considerar que el género puro no se encuentra en ningún humano como una
manifestación vital natural, es decir, un individuo no nace así, como género
puro, esto es algo que solo se consigue por un “Trabajo Interior o Esotérico”
sobre uno mismo en relación con la propia polaridad.
Es cierto que la “pérdida”
del principio “género” no impide la
presencia de las cualidades normales del ser humano, pero si es cierto también
que es uno de los principales obstáculos para la realización amorosa de las
parejas. La plena satisfacción (felicidad)
solo se consigue al unirse dos individuos cien por cien definidos. Cuando las polaridades
no son las apropiadas se producen “cortocircuitos emocionales”.
Desde un conocimiento esotérico, los siguientes esquemas que
nos ofrece John Baines, nos muestran, de una forma gráfica, esto.
En estos esquemas se esconde un secreto: el de la “atracción” entre los géneros. Resulta
evidente el motivo por el cual una mujer, por ejemplo, se siente siempre atraída
por el mismo tipo de hombres con aspectos femeninos,
tímidos, débiles e inseguros. Con
lo que se pone en evidencia que ella es muy masculina y, por ello, sus preferencias se dirigen por lo general
hacia hombres energéticamente más sensibles y femeninos (en el sentido
psicológico). Por lo mismo, ese mismo varón se sentirá atraído por mujeres con
caracteres más masculinos.
En nuestra sociedad moderna, la escala de valores se
encuentra trastocada, por ello muchos hombres siguen creyendo que el “machismo” es una muestra de virilidad;
mientras que muchas mujeres creen que los celos,
la sensiblería histérica y la pasión son una exhibición de
femineidad.
A pensar de este mecanismo de “atracción-repulsión”, intervienen todos los mecanismos
inconscientes promovidos por el “adversario
interior” y la “Sombra” de los
que habla la Psicología de C.G.Jung. A pesar de que existe una amplia “literatura” psicológica y cultural
sobre el tema de la “ignorancia” en
las relaciones de pareja, nadie se preocupa de “conocer”. El “impulso
instintivo”, aparentemente, no requiere esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario