<TÍTULO>: Reconciliación con nosotros mismos.
<SUBTÍTULO>: Primer propósito del Agua de la Vida.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: El Perdón es comprensión del mal que padece el otro en mí.
<CUERPO DEL TEXTO>:
En éste
Abril pasado, días antes de la luna llena de Tauro que cayó el día 25, recibí una extraña llamada telefónica.
Una persona que no conocía, aunque según ella nos habíamos visto en casa de una
amiga común, me preguntaba si este año iba a escribir algo sobre el Festival de
Wesak relacionado con esa luna. Le contesté que no, pues ya en el artículo del
año pasado (2-5-1993) dije todo lo que conocía sobre el tema.
(...)
Pero en
los días que siguieron a aquella extraña llamada, no pude apartar de mi mente
el tema y, poco a poco, fue construyéndose en mí el pensamiento de que debía
hablar en esta página sobre una profundización del significado de Wesak. Como no voy a repetir aquí la
historia de la leyenda y su significado, remito al lector interesado a aquel
artículo.
Mi
propósito de ahora es el de resaltar el hecho de que Wesak representa la unificación
de dos campos de energía emanados por ese Centro Uno que Todo lo abarca y que
llamamos Divinidad. Estos dos campos
de energía divina que Wesak unifica
fueron traídos y expresados en la
Tierra por dos Hermanos
llamados Buda y Cristo.
Son varios
los propósitos que podríamos entrever en el Agua de la Vida
que Wesak nos proporciona. El
primero de ellos es el de la
Reconciliación con nosotros mismos, pues de esta
reconciliación depende la ampliación de nuestra conciencia.
¡Qué poco
respeto sentimos por nosotros mismos! ¿Cómo podemos amar algo si no sentimos
por ello el más mínimo respeto? ¡Cuánto dolor y sufrimiento nos infligimos
inútilmente! Padecemos la extraña y esquizoide obsesión de que cuanto más
sufrimos, mejor seremos considerados social y espiritualmente. Nos preocupa
mucho nuestra situación física en el mundo, pero, ¿qué decir de nuestra
situación psicológica, anímica y espiritual? ¿En qué espacio interior -feliz o alegre, lleno de sufrimiento o dolor- nos
situamos?
Esta
necesidad de sufrimiento es una de las grandes mentiras que es necesario apartar
de nuestro lado. El sufrimiento glorificado por un crucifijo en una falacia,
también lo es la representación de un Buda esquelético y hambriento. El
sufrimiento no es una obligación en el camino de regreso a la
Fuente. No hay ningún peaje que pagar. Lo único que se
nos pide es que nos desprendamos de aquello que no nos es necesario. El
sufrimiento surge -lo enseñó Buda- de nuestros apegos y aferramientos
psicológicos, anímicos e incluso espirituales, a aquello que se nos da tan solo
para que recorramos un trecho del camino. Nos aferramos a ello a través del
deseo, queriendo que dependa siempre de nosotros, o nosotros de él.
"Yo no busco el sufrimiento", dicen
muchos. "Viene con los aconteceres
de la vida", añaden otros. Lo que la Energía-Vida de Wesak nos propone es que reajustemos
nuestra mirada sobre lo que acontece, sobre aquello que la vida nos da cada
día. Sólo requiere un poco de Voluntad: voluntad de amarse a uno mismo.
Es cierto
que podemos resistirnos a cambiar nuestra mirada, a vernos a nosotros mismos y
a los hechos que nos acontecen de una forma distinta. Qué podemos seguir
haciéndolo como siempre lo hemos hecho. Pero esa resistencia no podrá impedir
que el Agua de la Vida de Wesak que se nos
regala para nuestra transformación, aunque no tengamos conciencia de ello, no
haga su efecto en nosotros.
El
problema es que ese Campo de Energía
Unificada tiene una vibración más alta que la de nuestra egoísta realidad,
y como su finalidad es liberar las conciencias de las ataduras que las impiden
volar, provoca, en nuestras resistencias individuales y colectivas, fuertes
terremotos, haciendo quebrarse nuestras tierras
interiores, nuestros campos de
cinabrio, como decían los alquimistas, haciendo que nuestras sombras y
resistencias, aquello que impide amarnos, salgan a la luz para que pueda ser
contemplado e iluminado. Luego, el Agua de la Vida de Wesak arrastrará nuestros estrechos, mezquinos y egoístas puntos de
vista y nuestras reacciones condicionadas, porque ellos se oponen al fluir de la Vida
en nosotros.
Amarse a
uno mismo, ya lo hemos dicho otras veces, es aceptar nuestras propias limitaciones,
es comprender que los hechos acontecidos en nuestra naturaleza, por el hecho de
caminar por la Luz ,
son la señal de que nuestra tierra
interna está siendo arada por el Amor. Aunque se disfrace de amor por la
violencia, de amor por la dominación, por las posesiones, por el poder, no por
ello deja de ser amor. La Materia nunca se ha
rebelado contra el Espíritu. Nuestro
paso por esta energía densa llamada materia es un episodio querido por la
propia Vida. Una semilla de libertad,
de experimentación o de exploración de uno mismo: la posibilidad de
equivocarnos y de errar que nos ha dado la Vida para que aprendamos a respirar desnudos de
uniformes, trazar nuestras propias metas y alcanzar la libertad de nuestro
propio respeto.
Solamente
desde este respeto hacia nosotros mismos puede nacer el Amor. Este nacimiento
es el segundo de los propósitos de Wesak.
Ya lo hemos dicho: Wesak es Agua de Vida,
y este Agua es una nueva forma de
ver, de comprender, de observar y de transmitir ese flujo vital que el Universo
pone a nuestra disposición en cada instante. El mandato no es mantener cautiva
a la Vida , sino dejarla circular en nosotros, por
ello, la actitud con que lo hacemos es importante.
El Agua de la Vida es un estado de ser que tiene que
florecer en nuestras conciencias. Por ello es menester que nos preguntemos como
bebemos esta Agua. ¿Lo hacemos en
forma mecánica? ¿La engullimos? ¿La bebemos a pequeños sorbos? ¿Lentamente?
¿Ávidamente? ¿Con prisa? ¿Serenamente? ¿O, diciendo en la conciencia, al beber:
¡Te acojo!? La actitud es importante porque hace florecer en nosotros el Perdón. Hemos de perdonarnos a nosotros
mismos y perdonar a los demás en nosotros.
El Perdón de que habla la Energía
que fluye de Wesak es Comprensión del
mal que padece el otro en mí. Es tender un puente de compasión hacia
aquello que en nuestra tierra interna
se ha identificado con las acciones -positivas o negativas- del prójimo. No es
una cuenta a saldar, es un diálogo a mantener con uno mismo para desbloquear las
cristalizaciones de nuestras tensiones y las rigideces que entorpecen en
nosotros el fluir del Río de la Vida.
Cuando
nuestra naturaleza búdica, en esa ceremonia que necesariamente acontece en el
valle de nuestros Himalayas internos, entregue a su Hermano, nuestro Cristo Interno, nuestra conciencia
iluminada, la Copa del Agua de la Vida de Wesak, lo que le
está entregando es el Principio de la Alegría en el corazón
del hombre. Una semilla que ha de germinar a través de la transformación de las
mil cosas de la vida cotidiana en un juego. El juego de discernir, cada día,
los pequeños instantes de posible alegría que brotan del corazón: la camisa
limpia que me pongo, una comida compartida, una cerveza, un libro, la
conversación improvisada en una esquina, la belleza de una mirada con la que te
cruzas en la calle... Esa Alegría que nace de una sucesión de pequeños
instantes de conciencia luminosa a lo largo del camino.
No es algo
que el Cielo otorga a unos si y a
otros no. Es algo que se aprende al vivir, desprendiéndose del sufrimiento
innecesario. La Alegría
debe ser la contraseña del nuevo hombre. No se requieren técnicas para
alcanzarla. La Copa del Reencuentro ha de ser llevada a la
boca por nuestras propias manos.
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