La Esencia
1ª Parte
Dice la Enseñanza que el Hombre
está compuesto por cuatro elementos: cuerpo, alma,
esencia y personalidad. Aquí habría que entender que esta “personalidad” no se refiere únicamente a
la personalidad que adquirimos a
partir de nuestro nacimiento y que se va formando a lo largo de la vida, sino
sobre todo a la personalidad que acompaña
a la Esencia
y que se va también formando a lo largo de sus recurrencias. Otras tradiciones
dicen que los elementos que integran un ser humano son: cuerpo, alma y espíritu. ¿Podemos decir entonces que lo
que esas tradiciones llaman espíritu
sería algo equivalente a la personalidad
y la esencia consideradas como una
unidad? Toda la información que transmite este sistema de Enseñanza nos lleva a pensar que puedan estar interrelacionadas,
como si fueran los dos polos o extremos de una única entidad. En principio
desconocemos que es esa entidad cuyos extremos serían “esencia-personalidad”. Aún así, aunque no sepamos lo que pueda ser
esa entidad, si podríamos analizar aquello que pertenece a la Esencia
y lo que pertenece a la Personalidad para así
poder diferenciarlas.
(...)
Por otra parte, la idea del “Alma”, como “algo” separado
que controlaría nuestro cuerpo
físico, tampoco parece que tenga una realidad objetiva, sobre todo si la consideramos
desde el punto literal de la palabra, ya que el “Alma” no parece ser un “objeto”.
Hasta el siglo XVII, lo más aproximado a la idea del “Alma” era lo que la
Enseñanza llama Esencia,
simplemente que esta tiene un significado más complejo que la idea, más
simplista, que en la antigüedad de tenía del Alma. El término “Alma” es considerado en esta Enseñanza,
como algo más que un “principio vital”.
Generalmente, el término “Alma”, se suele confundir con los términos espíritu y conciencia. En latín, “Ánima”
(alma) significa aire, aliento, respiración. Por su parte, los griegos tenían dos concepciones
sobre el concepto “alma”: como
principio de racionalidad, aquello que nos permite alcanzar el conocimiento y el saber y, por ello, nos acerca a los dioses; y como un “algo” que se encuentra en todos los
seres vivos y del que carecen los seres inertes. A la vista de estas consideraciones y
significados, bien podríamos considerar que la Esencia,
la personalidad y el Alma, tomadas conjuntamente, corresponden
a lo que antes solía llamarse simplemente Alma.
Sobre este término “Conciencia” habría algo que aclarar, sobre todo para saber sobre
qué estamos hablando. La generalidad de las gentes suelen confundir conciencia con consciencia, y aunque la etimología hace derivar una de la otra, no
son lo mismo. Mientras el diccionario de la RAE considera a ambos sustantivos de la siguiente
manera.
Consciencia: (Del lat. conscientĭa). 1. f. conciencia. 2. f. Conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. 3. f. Capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.
Conciencia: (Del lat. conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις). 1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. 2. f. Conocimiento interior del bien y del mal. 3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas. 4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto. 5. f. Psicol. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.
Sin
embargo, cuando se pretende utilizar el término consciencia en el sentido de
tener la percepción o el conocimiento de algo, el “Diccionario panhispánico de dudas” prescribe que es posible emplear
indistintamente ambas formas de escritura.
“Los términos conciencia y consciencia no son intercambiables en todos los contextos. En sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’, solo se usa la forma conciencia: «Mi conciencia fue la más cruel de mis jueces... ¡nunca me perdonó!»; con este sentido forma parte de numerosas locuciones: como tener mala conciencia, remorderle [a alguien] la conciencia, no tener conciencia (‘no tener escrúpulos’), tener cargo de conciencia, etc. Con el sentido general de ‘percepción o conocimiento’, (consciencia) se usan ambas formas, aunque normalmente se prefiere la grafía más simple: «Tengo conciencia de mis limitaciones»”.
En lo que yo conozco de esta “Enseñanza”,
la Consciencia es algo que pertenece al “lado
externo” del hombre y que ha ido surgiendo a lo largo de la evolución,
desde los homínidos o quizás desde antes. Es la facultad que nos ha llevado a
ser conscientes de nosotros mismos, poder decir, “yo”, e irnos diferenciándonos de lo que llamamos “mundo
externo”. Mientras que la
Conciencia, sería
un atributo intrínsico de la Esencia, realidad que
pertenece al “mundo interno”. Aquí hemos de enfrentarnos con un problema:
la Ciencia,
al no dar realidad nada más que al “mundo externo”, considera que todo
lo que llamamos “mundo interno” es un subproducto de la realidad
objetiva que constituye nuestra máquina físico-biológica y sus procesos
bioquímicos. En cambio, la Tradición
Esotérica, viene señalando desde hace milenios que es al
revés, que lo externo tiene su origen en lo interno, y es un
producto de su manifestación. Por ello, todo en la Naturaleza crece
desde lo más interior hacia lo más exterior. Y dado que la Esencia
es la que posee la conciencia, es
esta, la conciencia interior, la que cuando nuestra máquina biológica ha
alcanzado un cierto nivel de desarrollo, posibilita la aparición de la consciencia
exterior. En esto, el lenguaje y el Diccionario, tienen razón, aunque la Ciencia no “crea”
en ello, o carezca de “pruebas” para aceptarlo. Carecer de pruebas no es
negar que esto sea así.
Debido a la ignorancia que nos cubre como un
pesado manto, la generalidad de las gentes no se acuerda, o mejor sería decir
que nada saben, de de las distintas tesis que se enfrentaron en la Junta de Valladolid de
1550-51 en la que fray Bartolomé de las Casas, representantes de las ideas
abiertas de Erasmo, se enfrento a los círculos más retrógrados y cerrados del
alto clero español de la época, en la consideración sobre si los indios y
negros tenía o no tenían Alma. Platón había sido dejado de lado por la escolástica
medieval y su idea de que todos los seres vivos tienen alma, y por ello hablaba
del “Alma del Mundo”, había quedado en el olvido. El tan admirado por Don
Marcelino Menéndez y Pelayo, el dominico Francisco de Vitoria, considerado
padre del Derecho Internacional español, decía cosas como ésta:
“Esos bárbaros, aunque, como se ha dicho,
no sean del todo incapaces, distan, sin embargo, tan poco de los retrasados
mentales que parece no son idóneos para constituir y administrar una república
legítima dentro de los límites humanos y políticos. Por lo cual no tienen leyes
adecuadas, ni magistrados, ni siquiera son suficientemente capaces para
gobernar la familia. Hasta carecen de ciencias y artes, no sólo liberales sino
también mecánicas, y de una agricultura diligente, de artesanías y de otras
muchas comodidades que son hasta necesarias para la vida humana.”
Aunque más
radical es fray Ginés de Sepúlveda, quien en su “Tratado sobre las justas
causas de la guerra contra los indios”, no se cansa de buscar motivos para
justificar el sometimiento de los indígenas americanos. Deposita sobre ellos,
además de la manida falta de razón, todos los vicios y defectos que es capaz de
imaginar. Les llama “hombrecillos con apenas vestigios de humanidad”. Para todo ello se apoya en Aristóteles,
San Agustín, Santo Tomás de Aquino y pasajes sacados de la Biblia. De muestra, un
párrafo:
“Con perfecto derecho los españoles
ejercen su dominio sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los
cuales en prudencia, ingenio y todo género de virtudes y humanos sentimientos
son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos, las mujeres a
los varones, como gentes crueles e inhumanos a muy mansos, exageradamente
intemperantes a continentes y moderados, finalmente, estoy por decir cuanto los
monos a los hombres.
La justa guerra
es causa de la justa esclavitud, la cual contraída por el derecho de gentes,
lleva consigo la pérdida de la libertad y de los bienes.”
Ante tales
cerrazones mentales, a las que tanto somos dados los españoles, el Papa Pablo
III publicó el 2 de junio de 1537 una Bula, la “Siblimis Deus”, prohibiendo la esclavización de los indios, en
cuanto que son hombres. También
declaró que tenían derecho a su libertad,
a disponer se sus posesiones y a la vez tenían derecho a abrazar la fe, que debería serles
predicada con métodos pacíficos, evitando
todo tipo de crueldad. Lo del “derecho a
abrazar la fé” seguramente fue porque aquellos cerriles y retrógrados de la Junta de Valladolid,
predicaban que puesto que no tenían alma, para que iban a ser evangelizados y
que, como animales que eran, solo cabía esclavizarlos.
Que la conciencia
es algo forma parte del alma y que todos los seres vivos la poseen, desde la
célula al hombre, es algo que ya ha sido admitido por la Ciencia. No el Alma, sino que
los animales poseen conciencia. Aunque
yo pienso que lo piensan desde la perspectiva de que esta, la conciencia, sigue
siendo el resultado del metabolismo de ese ser vivo. Aún no hace un año, el 7 de julio de 2.012,
científicos destacados en diferentes ramas de las Neurociencias, se reunieron
en la Universidad
de Cambridge para celebrar la “Francis
Crack Memorial Conference 2.012”,
la cual trató sobre Conciencia en Animales
Humanos y no Humanos. Al acabar la Conferencia se firmó, en presencia de Stephen
Hawking, la “Cambridge Declaración On
Consciusness (Declaración de Cambridge sobre la Conciencia)”, la cual
resumió lo que en ella se discutió y se acordó. En ella se dice:
“…decidimos llegar a un consenso y hacer una
declaración para el público que no es científico. Es obvio para todo este salón
que los animales tiene conciencia, pero no es obvio para el resto del
mundo. No es obvio para el resto del mundo occidental ni el lejano
Oriente. No es algo obvio para la sociedad” (El subrayado es mío.)
Philip Low, en la presentación de la Declaración de
Cambridge sobre la Conciencia,
7 de julio de 2.1º12
Bien, después de esta digresión, retomemos el tema
de la Esencia.
Mientras que en contextos religiosos se supone que
el alma tiene una existencia
separada del cuerpo, en este sistema se prescinde de tales supuestos. Lo que
esta Enseñanza establece, apoyándose
en el significado del Rayo de Creación,
es que cuando un hombre muere, o cuando cualquier otra cosa muere (árbol o cucaracha,
da lo mismo) su “alma”, es decir, su
principio vital y su personalidad si la tuviere, va a la Luna
o realidad última del Rayo de Creación.
Para esta Enseñanza, el Alma o
Esencia (aunque sabemos que no es lo mismo) es algo material, eso sí, algo
compuesto de una materia muy fina, más etérea incluso que el aire que está
compuesto solo de átomos y moléculas gaseosas. Este “alma” se separa y deja el cuerpo físico tras la muerte de éste. Si
el hombre fuera totalmente mecánico,
el alma carecería de conciencia (solo estaría la consciencia del cuerpo físico). Si el alma ha desarrollado algún tipo de conciencia en sus recurrencias, esa conciencia permanece y cuando el alma, digamos, desencarna, en el caso de que vaya a la Luna
(un símbolo de la terminación del Rayo de Creación), esa conciencia le permitirá ser conciente de lo que le sucede. Esto sería
algo sumamente raro: el que la
Esencia muriera
realmente mientras está incorporada al cuerpo físico.
Hay varios rasgos que nos caracterizan como seres
“dormidos”. El primero de ellos es
que no somos una entidad única, sino muchas.
Por ello se nos insta a que unifiquemos nuestro ser. Luego nos caracteriza la ausencia de un “yo” permanente. También
nos caracteriza el pasarnos la vida imaginando
lo que queremos ser, en vez de ser lo que realmente somos. Luego están nuestras
emociones negativas y la obstinación, siempre en lucha contra la voluntad. Pero el principal y más
inconsciente de nuestros rasgos es nuestro comportamiento
mecánico, sobre el carecemos de la más mínima conciencia. Estos rasgos, y
muchos otros, definen el estado de nuestro ser y explican por qué nunca somos Uno y nunca somos el mismo. Cada uno de
estos rasgos pueden y deben ser cambiado si queremos que nuestra Esencia o Conciencia evolucione. Debemos saber que un pequeño cambio en un
rasgo significa también un cambio en los demás.
La Enseñanza dice que somos nosotros los que debemos cambiarnos
a nosotros mismo. Nadie puede hacerlo por nosotros. Esto se logra cuando
logramos llevar a cabo una división interna entre los que “yo” soy realmente y todo lo demás llamado, en mi caso, Alfiar.
Mientras siga creyendo (imaginando
que “yo” soy Alfiar) nada cambiará.
La Esencia es aquello con lo que nacemos, ella contiene nuestras
capacidades e incapacidades. Tiene que ver con el “tipo” de ser que somos, y también con el cuerpo físico que hemos desarrollado. No es posible trabajar
directamente sobre la Esencia. Hemos de
comenzar a hacerlo por aquello que la recubre: nuestra personalidad más externa.
La Esencia o alma
también tiene su “personalidad” que
va modificándose conforme incrementa su conciencia.
Pero esta personalidad del alma es,
enseguida, sustituida por una “falsa
personalidad”, la de nuestra realidad exterior
con su consciencia exterior.
Cuando comenzamos a trabajar sobre nosotros
mismos, nuestro “centro magnético” (la
memoria de este centro puede estar ya en la Esencia,
o si no habrá que crear uno) atrae, hacia el ser que realmente somos, a lo que la Enseñanza
llama “yo” observador. Podríamos decir que este “yo” observador también
tiene una “personalidad” y un “saber”. Al principio, él será el
encargado de “enseñar” al resto de la
personalidad y a la y a Esencia.
Este aprendizaje no depende tanto del “peso” que tenga esta personalidad, como
de su propio estado de ser, de si su nivel de ser. Dado que “conocimiento” y “ser”
son las dos caras de una misma realidad, son inseparables, deben funcionar juntas
en nuestro desarrollo. La otra moneda o el otro par de opuestos son la Esencia
y la personalidad (generalmente
secuestrada por la falsa personalidad,
el falso yo). Estas dos monedas o
estos dos pares de opuestos funcionan en escalas diferentes.
Lo que comúnmente llamamos personalidad es algo adquirido, no la poseemos cuando nacemos.
Nacemos como Esencia, es lo que nos
pertenece y nunca puede sernos quitado ni ser separado de nosotros. Ya se ha
dicho que esa Esencia tiene su propia
personalidad (es la impronta que
diferencia a los bebes desde nada más nacer). Tampoco se pueden separar una de
otra. Están mezcladas. Ni siquiera podemos distinguirlas como cosas diferentes.
Podría decirse que una fotografía de nuestra Esencia,
en el momento en que nacemos, sería nuestra carta
natal, pero sin las interpretaciones que de ella hacen los astrólogos.
Nuestra Esencia, al ser un
corpúsculo del Sol, se encuentra
ubicada en la Octava Lateral creada
por el Sol en el Rayo de Creación y
es el resultado de “influencias”
planetarias. Los astrólogos “imaginan”
creer saber o poder interpretar como son o que características tienen o tendrán
esas influencias en el desarrollo de esa Esencia.
Esas influencias, sean las que fueren, determinarían los eventos, no ya de cada
hombre, individualmente considerado, sino de la humanidad en su conjunto. La combinación de estas distintas “influencias” crean Esencias diferentes. La interpretación que hacen los mayas respecto
a esas influencias, siguiendo el Tzolkin,
para considerar que tipo de educación y formación se le debe dar a cada Esencia que nace, estarían más
acertadas que lo que propone la Astrología Occidental
(no me refiero a esas presuntas astrología mayas configuradas como si fuera la Astrología Occidental,
que circulan por librerías y por Internet.
Podríamos preguntarnos si se puede cambiar la Esencia
con la que se nace. La respuesta es que sí. Si la respuesta fuera no, carecería
de sentido esta Enseñanza y su Trabajo. El problema es que nuestra Esencia se encuentra recubierta por
nuestra personalidad exterior, por la
falsa personalidad, que impide
incluso que esas influencias planetarias
puedan llegar hasta ella. Llamémoslas como las llamemos, radiaciones, rayos X,
rayos gamma, viento solar, gravedad, campos electromagnéticos…, somos afectados
por esa “influencias planetarias”,
pero solo en ciertas partes de nuestros Centros considerándolos; aunque si nos
afectan considerándonos como grupo humano, como masa.
Hagamos de nuevo un paréntesis para explicar algo.
Todo hombre que se considera serio, asegura que la Astrología en un cuento
y opino que pueden tener razón. Y, por supuesto, eso es lo que opina la Ciencia. No voy a tratar
de defender esta postura. Carece de
defensa pues, desde el punto de vista de esta Enseñanza, es en su generalidad fruto de la “imaginación” de los astrólogos y de la fe puesta en un pretendido saber que se la ido desarrollando desde
la antigüedad. Yo solo voy a aportar algunos datos, llevados a cabo por los
científicos, apoyando la idea de que el Sol y sus planetas, así como todo lo
incluido en el Sistema Solar, radiaciones, rayos X, campos gravitacionales,
etc., si ejercen una influencia demostrable en la biología y el comportamiento
humano, así como en la vida en general. Remontémonos solamente a principios del
Siglo XX.
Alexander Ivanovich Oparin. Fue un biólogo y
bioquímico soviético que llevó a cabo importantes estudios sobre el origen de
la vida. En 1924 comenzó a desarrollar una hipótesis sobre el origen de la vida
basado en una evolución química de las moléculas de carbono en el “caldo” de los mares primitivos. La
energía ultravioleta del sol habría producido los cambios necesario en la
molécula de carbono para que surgiera la vida. Esta hipótesis de Oparin (el
llegó a crear materia orgánica a partir de materia inorgánica) fue retomada por
el norteamericano Stanley Millar, quién repitió los primeros experimentos de Oparin.
Recreó en su laboratorios la atmósfera que podría haber existido en la Tierra unos tres mil
millones de años atrás. Logró demostrar que la hipótesis de Oparin era cierta.
La radiación solar era causa de la aparición de vida en la Tierra. En 1946 se le concedió
el Premio Nóbel por haber descubierto como se producían las mutaciones genéticas
de las células cuando se bombardean con rayos X, como los que provienen del
Sol.
No mucho después, aunque casi contemporáneo con los anteriormente citados, tenemos al profesor Giorgio Picarddi, que fue director del Instituto de química física de la Universidad de Florencia. Solo me circunscribiré a un aspecto de sus múltiples descubrimientos, que tienen que ver con el agua. “En 1939 -dice- percibí que la diversidad fluctuante de los comportamientos del agua activada, dependían de algo que sucedía en el espacio que nos rodea.” Invitó a los físicos y químicos de su época a estudiar este fenómeno y propuso un programa de experimentación para comprobar los cambios que experimentaba el agua por “influencias” que provenía del Cosmos. En 1954 el sabio alemán Bortels acometió la investigación del extraño comportamiento del agua, llamado por los especialistas “sobrefusión”, demostrando que este cambio no era fruto del azar, sino que estaba ligado a un “determinismo” difícil de explicar. Picarddi había llevado a cabo, durante años, un mismo experimento en lugares distintos. Le bastaron una pocas probetas y un solo producto químico, el oxicloruro de bismuto, agua y pantallas metálicas.De Izquierda a derecha. Chijevski, Takata, Brown y Piccardi. Todos habían hecho experimentos comprobando la "influencia" estelar en los procesos de los seres vivos.
Para adquirir un pleno conocimiento de lo que
sucedía, Picarddi decidió variar simultáneamente tres factores. Ello le permitiría
comprobar si las condiciones exteriores desempañaban alguna influencia; las
placas eran para interceptar esas influencias.
Para saber si eran determinantes las condiciones en el interior de las
probetas, fue modificando el contenido de las mismas: había probetas con agua
activada y probetas con agua normal que actuaban de diferenciadores. Solo
ejecutó tres tests de rutina, que fueron repetidos durante años, día a día.
Picarddi observó cual era la velocidad de precipitación de un coloide
inorgánico, el oxicloruro de bismuto.
Este coloide es insoluble en el agua, se prepara vertiendo tricloruro de
bismuto en agua. Entonces se precipita,
pero esa precipitación se efectúa con una mayor o menos velocidad. La rapidez
de esa precipitación era lo que le
interesaba a Piccardi, y ello era lo que observaba en los tres tests a los que
llamó F, D y P.
Llegó a establecer leyes allí donde los demás solo
habían hecho sondeos al azar. Terminó comprobando que el cambio en la velocidad
de precipitación del oxicloruro de bismuto no era debida al azar, sino de
factores que estaban fuera de la Tierra. Las
variaciones las había de tres clases: variaciones
cortas, que coincidían cuando la
Tierra era bombardeada por bruscas y excepcionales perturbaciones
magnéticas procedentes del Cosmos; variaciones
de once años, que tenían que ver con el ciclo solar de once años; variaciones anuales, donde la velocidad
de precipitación aumentaba o disminuía según los meses del año.
A lo largo de los años, en tiempos o meses concretos, sucedían los mismos fenómenos. Declaró que esos cambios eran debidos al movimiento de la Tierra alrededor del Sol, y al movimiento helicoidal de éste sobre el centro galáctico. Existen en nuestra Galaxia “campos” de fuerza (en 1947 Enrico Fermí, premio Nóbel de física, mostró que la Vía Láctea era una especie de imán gigante que posee su propio campo magnético que, como si fuera un ciclotrón (acelerador de partículas) gigante, impulsaba a las partículas del espacio interestelar. Por su parte, el llamado tests D demostró como la actividad solar coincidía en su ritmo con el ritmo de los cambios en la velocidad de precipitación.
A lo largo de los años, en tiempos o meses concretos, sucedían los mismos fenómenos. Declaró que esos cambios eran debidos al movimiento de la Tierra alrededor del Sol, y al movimiento helicoidal de éste sobre el centro galáctico. Existen en nuestra Galaxia “campos” de fuerza (en 1947 Enrico Fermí, premio Nóbel de física, mostró que la Vía Láctea era una especie de imán gigante que posee su propio campo magnético que, como si fuera un ciclotrón (acelerador de partículas) gigante, impulsaba a las partículas del espacio interestelar. Por su parte, el llamado tests D demostró como la actividad solar coincidía en su ritmo con el ritmo de los cambios en la velocidad de precipitación.
Precediendo a la Segunda Guerra mundial, un
médico japonés, llamado Maki Takata, había desarrollado un método para estudiar
el ciclo ovárico de la mujer. Su método daba tan buenos resultados que su
nombre era conocido mundialmente y todos los ginecólogos del mundo usaban la “reacción Takata”, que controlaba la
albúmina del suero sanguíneo. La albúmina es un coloide orgánico. El método de
Takata proporcionaba índices de floculación
de la albúmina. Este método permitía saber donde se encontraban las mujeres en
su ciclo ovárico. Pero he aquí que en enero de 1938, todos los hospitales de
Japón comunicaron a Takata que su método había comenzado a sufrir variaciones
de forma descontrolada. Takata, que había tenido la curiosidad de experimentar
su tests en varones, comprobó que el suero sanguíneo del hombre sano, siempre
igual hasta ese momento, también se veía afectado. En las restantes partes del
mundo sucedía lo mismo. Takata y mucha gente se puso a averiguar la causa.
Conclusión, para no cansarles: el fenómeno responsable de estas variaciones
biológicas influía simultáneamente a todos los sujetos fuera cual fuese el
lugar de planeta en que se encontrasen.
Takata había descubierto un efecto, ahora tenía
que averiguar el por qué. Elaboró una hipótesis que apuntaba hacia el Sol. “Si no me he engañado, -decía-, es preciso que llegue a demostrar que la
actividad del Sol corresponde a las fluctuaciones del suero sanguíneo de mis
sujetos de experimentación”. Después de diecisiete años de investigación,
Takata puso anunciar en 1951 que la conclusión de sus trabajos eran que “El hombre es una especie de reloj viviente
del Sol”.
Giorgio Picarddi afirmó:
“Siendo cierto que los fenómenos exteriores
obran sobre un coloide inorgánico tanto como sobre un coloide orgánico, la
acción de esos fenómenos no concierne a uno u a otro organismo, a una u otra
enfermedad, a una u otra función biológica, sino al estado complejo de la
materia viviente.
Los organismos deben mantener, tanto como sea
posible, sus condiciones vitales y, para ello, deben reaccionar a las
fluctuaciones de las propiedades del espacio en que viven y luchar por su
estabilidad. De ahí su sufrimiento profundo y advertible, una “fatiga” de todos
sus sistemas coloidales, de toda sus sustancia material. Puede suponerse que es
la materia viviente la que está perturbada in
toto. Las reacciones visibles a las perturbaciones exteriores, caso de
producirse, son de géneros muy diferentes según los casos. Por eso, los
trabajos de Düll, de Reiter y otros, muestran que todos los fenómenos
biológicos y psicológicos que han considerado, responden a las mismas causas
exteriores. Inversamente, las causas más diferentes pueden producir el mismo
efecto biológico. El “tiempo de reacción” personal, el dolor de los amputados,
el número de suicidios, presenta una variación análoga, en relación con las
manchas solares o las ondas atmosféricas o el magnetismo terrestre.”
Solo he querido mostrar que para esos científicos,
como demostraron, esas influencias si existen. La pregunta ahora sería:
¿Cuantas veces se vuelve sobre esas investigaciones pasadas para seguir
profundizando? Tal vez, solo la
Historia de la
Ciencia lo recuerde, porque los que usas esa herramienta que
es la Ciencia
pocas veces lo hacen, se encuentran obnubilados con sus aparentes logros, ya
que ellos les proporcionaran el poder y la fortuna que demanda su ambición.
Unos objetivos finales poco objetivos y científicos y si bastante subjetivos.
El gran físico Heisenberg, en “La Naturaleza de la Física contemporánea” dice:
“La antigua división del Universo en un desarrollo
objetivo en el espacio y el tiempo por una parte y, por otra, en un alma que
refleje ese desarrollo, no es ya apropiada para servir de punto de partida si
se quiere comprender las ciencias modernas de la naturaleza. Es ante todo la
red de las relaciones entre el hombre y la naturaleza lo que constituye la mira
central de la Ciencia.”
Puesto que las influencias planetarias no alcanzan
a la Esencia
del hombre centrado en su “Falsa personalidad”, solo le afectan de verdad en
dos momentos claves de su recurrencia, el nacimiento y la muerte. Por ello,
podría decirse que el Destino (llamado
por los griegos Hado) rige nuestro nacimiento y nuestra muerte pero, que una vez nacidos, caemos
bajo la Ley del
Accidente, aunque esto depende de la relación que exista entre la personalidad y la Esencia.
Si la personalidad
externa es muy fuerte, de tal manera
que esta se organice como una verdadera coraza alrededor de la Esencia,
el Destino de esa Esencia será muy débil y la Esencia
tiene pocas posibilidades de desarrollarse. Existen personas, fuera incluso de
cualquier enseñanza esotérica, que
viven más desde su Esencia, y ésta
predomina sobre su personalidad, que
es más débil, por lo que su Destino
aparece más marcado, y algunas de esas “influencias”
llegan hasta ellas.
Dice el Trabajo
que aquello que sean esas “influencias”
debe ser averiguado por uno mismos. Por lo general, la gente corriente carece
de Destino o Hado, como quieran llamarle. Cuando esas influencias no pueden penetrar en la personalidad, como se ha dicho, el hombre se encuentra bajo la Ley del Accidente. Si pudiéramos vivir en
nuestra Esencia, las influencias
planetarias o Destino, llegarían
hasta nosotros y nos “marcarían” un camino. En nuestra realidad actual, esa nuestra
personalidad exterior actúa de
espejo y refleja hacia fuera esas influencias, pero sin que la atraviesen.
La Enseñanza solo dice que las combinaciones de esas
influencias planetarias dan origen la los distintos tipos de hombres, pero que
en el estado actual del ser humano nada se puede saber en que consisten, y
tampoco es posible averiguarlo a través de una carta natal. Lo que la
Enseñanza si dice
es que todo eso que llamamos “nuestras
emociones” y todas las ideas y pensamientos ligados a ellas, si tienen
su origen en esas influencias.
Se ha dicho que el hombre externo, el hombre máquina, es un ser “mecánico”, pues es movido por toda esa serie de “máquinas” u órganos que estudia la anatomía, la fisiología, la bioquímica, etc., pues su vida depende del funcionamiento de esas máquinas. Hasta cierto punto, la Esencia no es diferente y también tiene algo de mecánica, no vive, por ahora, por sí misma. Carece de una mente que le permita pensar por sí misma. Tiene que hacerlo a través de la personalidad. En nuestro estado subdesarrollado, la Esencia rara vez trabaja separada de la personalidad. Pero podemos observar algunas cosas. La Esencia tiene propiedades magnéticas. Por ello, ciertos tipos de personas atraen a ciertos tipos de personas. Tienen el mismo tipo de amigos y el mismo tipo de problemas, así como parecidas dificultades. Pero esto no se debe al Destino, sino a la Ley de Causa y Efecto.
Se ha dicho que el hombre externo, el hombre máquina, es un ser “mecánico”, pues es movido por toda esa serie de “máquinas” u órganos que estudia la anatomía, la fisiología, la bioquímica, etc., pues su vida depende del funcionamiento de esas máquinas. Hasta cierto punto, la Esencia no es diferente y también tiene algo de mecánica, no vive, por ahora, por sí misma. Carece de una mente que le permita pensar por sí misma. Tiene que hacerlo a través de la personalidad. En nuestro estado subdesarrollado, la Esencia rara vez trabaja separada de la personalidad. Pero podemos observar algunas cosas. La Esencia tiene propiedades magnéticas. Por ello, ciertos tipos de personas atraen a ciertos tipos de personas. Tienen el mismo tipo de amigos y el mismo tipo de problemas, así como parecidas dificultades. Pero esto no se debe al Destino, sino a la Ley de Causa y Efecto.
Nuestro Trabajo
es con nuestra personalidad, y si
esta llega a hacerse más pasiva, el Trabajo alcanzará a la Esencia.
Nuestra personalidad
es un “artificio” que hemos ido
construyendo al vivir; pero la
Esencia es algo
real. No toda la personalidad es un artificio, recordemos que la Esencia
ya posee una personalidad, por ello
no todos los “yoes” pertenecen a la falsa personalidad, algunos perteneces a
la Esencia. Lo que es común a ambos es que todos los
“yoes” se encuentran conectados a
los mismos Centros, por ello también
en la Esencia hay “yoes”
mentales, motores, instintivos… Un
“yo” es, simplemente, un deseo. Todos los yoes desean algo.
La Esencia procede
de “otro nivel” simbolizado
metafóricamente como “lo alto”, “arriba”, “el Cielo”… Para encarnar, se “viste”
con un cuerpo que ha sido construido
con los materiales y la información que han aportados sus padres
humanos. Ello ya impone un límite a la Esencia. A
través de ese cuerpo, la Esencia se pone en contacto
con el mundo y con la Vida. El
cuerpo posee una herencia biológica,
no solo de sus padres sino de todo el “fylum”
humano que se remonta a los primeros seres unicelulares. Ese cuerpo se desarrolla en tres
dimensiones y la herencia biológica recibida lo hace en una cuarta dimensión: el tiempo, la líneas de los ancestros.
Aunque la Esencia
se encuentre íntimamente compenetrada con el cuerpo físico, no es cuerpo. El cuerpo muere, la Esencia
no. Es la mente de nuestros sentidos externos la que hace que nos tomemos a
nosotros mismos solamente como un cuerpo visible y la que imagina que cuando este cuerpo muere, todo termina y no hay nada
más. También es la que impide que nos recordemos, que recordemos lo que
realmente somos: un ser complejo formado por cuerpo, alma, Esencia y personalidad. Para la mente
sensorial todo esto solamente son tonterías, idioteces, insensateces, niñerías,
fantasías, cuentos de hadas, cosas que carecen de sentido…, porque, ¿alguien ha
visto (sentido externo de la vista) alguna vez el Alma o la Esencia? La Esencia es algo que se
mueve entre las dimensiones.
La mente sensorial para relacionarse con lo
que llamamos el mundo exterior, ha
creado los lenguajes que conocemos, incluso los sofisticados lenguajes de la Ciencia. Pero estos lenguajes
no sirven para describir ninguna de las realidades
internas que configuran al hombre y si sus manifestaciones. De ahí que
desde la Antigüedad
se haya creado un lenguaje “híbrido”,
un lenguaje que usa el lenguaje literal para
intenta transmitir, a través de parábolas
y símbolos, otro tipo de realidad, ya
que esa mente enfocada hacia lo exterior, solo puede captar ese lenguaje de
forma “psicológica”, no racionalmente.
"Por eso les hablo en parábolas:
porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden." ¿Qué sucede si
el hombre no quiere cambiar? En principio, nada. Sigue sirviendo a los “intereses” del Rayo de Creación que son “alimentar”
a la Luna. Nada en el Universo moverá esta decisión.
Solo cada hombre puede decidir si quiere o no quiere cambiar. Pero si él
cambia, el Universo cambia y también lo hará su sentimiento de “Yo”.
Escuchar, por
ejemplo, escuchar esta enseñanza, es una cosa y Pensar, pensar sobre ella, es otra muy distinta. Escuchar es algo externo, pensar es algo interno. Y este Trabajo es algo mental que sirve para conectarnos con nuestros Centros Superiores, que son algo
interno. Solo desde la mente podemos modificar nuestro pensar. Nuestra mente es
la primera puerta que hemos de atravesar. Aquí si somos verdaderamente libres
para elegir y todos deberían respetar esa elección.
Pero el
hecho de que algo como la Enseñanza Esotérica
exista, es debido a que también existe la posibilidad que el hombre, cada uno
de nosotros, si quiere y esa es su voluntad, pueda “despertar”, pueda “nacer de
nuevo” o “renacer”, o “nacer por segunda vez”, pueda “volverse como un niño”. Y si
simbólicamente, “niño” es igual a Esencia, hemos de nacer o renacer a lo que
en verdad somos, Esencia. Lo que
significa que si el “niño” es la Esencia,
debemos convertirnos en “Esencia”. Cualquier
Enseñanza Esotérica, por muy
deteriorada que esté, siempre trata de éste desarrollo interior que le es
posible realizar al Hombre: el crecimiento de su Esencia. Las Parábolas dicen también que la Esencia
no podrá crecer a no ser que sea
fertilizada por el Verbo, la Enseñanza
o la Palabra que proviene de un lugar más conciente y
que debe ser sembrada en el hombre.
Cuando,
atravesando capa tras capa de de la Falsa Personalidad, el Trabajo
llega hasta la Esencia,
esta se vuelve activa.La
"palabra” del esoterismo se vuelve
espermática y la impregna; entonces comienza
a crecer y desarrollarse. Si comparamos la Esencia
con la galladura en el huevo, la personalidad
sería la yema y la clara. Cuando el huevo es fertilizado la galladura crece y
consume la yema y la clara. El resultado es un ser vivo.
Señala
el Trabajo que si somos como Narciso,
si nos encontramos llenos de “amor de si”,
prendados de nosotros mismos, y por ello nunca cuestionamos nuestra propia
importancia, nunca seremos capaces de ascender por la Escala del Ser hasta un nivel superior de
desarrollo. Para alcanzar un mayor nivel de desarrollo hemos de ascender por la
“Escala Ascendente” DO, RE, MI, - FA,
SOL, LA, - SI. Por su parte, la Esencia,
ha bajado por la “Escala Descendente” DO,
SI, - LA, SOL, FA, - MI, RE, DO, para introducirse en un cuerpo de
sangre y carne. Por lo tanto, el ascenso del hombre debe tener alguna relación
con ese descenso. La idea es que si la Esencia
ha descendido, también debe ser capaz de volver a ascender.
Si la Esencia
volviera a ascender, el centro de gravedad de la conciencia humana, volvería a
situarse en su Esencia, y no en su personalidad, con lo que la ascensión
de la Esencia, sería también el ascenso del hombre. Este
"viaje de retorno" es
mencionado en la antigua literatura esotérica, como en el “Himno de la
Vestidura de Gloria” en los escritos gnósticos, o en
escritos modernos como en la obra de Herman Hesse “Viaje a Oriente”. Y, evidentemente, existe una clara referencia a
ello en la parábola del Hijo Prodigo (Lucas,
XV 11-32). No vamos a comentar ahora esta parábola, lo dejaremos para otro
momento.
Cuando somos
capaces de volver sobre nuestros pasos, dejando atrás a nuestra falsa personalidad, hemos comenzado a
movernos en dirección a la Esencia.
Entonces, dejamos de estar “muertos” en el lenguaje de las parábolas, y “renacemos” internamente, haciéndonos cada vez más concientes de
aquello en lo que, en nosotros, hemos de trabajar y de lo que hemos de
despojarnos. Nos encontramos en el verdadero viaje iniciático.
Recordemos
de nuevo que la Esencia tuvo su
origen, dentro del Rayo de Creación,
a partir de la Octava lateral creada por el Sol, y que esta
Octava lateral ha sido llamada “la Vida Orgánica sobre la Tierra”. Por lo tanto la Esencia
se origino en el nivel de inteligencia representado por el Sol. Hablar de esto
solo es posible hacerlo desde el símbolo y la alegoría. El Sol planificó la creación y el mantenimiento de esta capa de vida
orgánica con un propósito: permitir que las energías del Gran Rayo de Creación lleguen hasta la
Luna. Pero
en este propósito parece haber algo oculto: el Sol creó ( no de la “nada”
como dice la errónea traducción de la
Biblia cristiana, sino de su propia Esencia) al hombre como
parte de esa capa de vida orgánica
sobre la Tierra,
pero lo creó como un organismo
capaz de desarrollo propio. Como un experimento que, como todo experimento,
puede fracasar.
¿Por qué lo hizo? ¿Cuál era su propósito?
¿Por qué lo hizo? ¿Cuál era su propósito?
No lo
sabemos. Lo que la Enseñanza
si señala es que si un numero suficiente de seres humanos se desarrollan a si
mismos, mas allá de lo que es necesario para existir y sobrevivir en la tierra
como “vida orgánica”, elevándole en la Escala de Ser hasta el nivel de lo que
representa el Sol, éste recibirá “algo”. Y con ese fin, una cierta clase
de instrucciones o Enseñanza, fue “sembrada” en la Tierra, el lugares y épocas
diferentes. Algo que aún se sigue produciendo. El problema es que el “hombre dormido” no puede alcanzar sus Centros Superiores, para captar por si
mismo, esas “influencias”. Nuestro
nivel de inteligencia normal no es suficiente; tampoco el nivel de nuestra
conciencia.
La Vida
Orgánica fue creada como si fuese una fábrica para producir una
cierta clase de energía de baja vibración. El “roce” que produce el vivir de la Vida Orgánica, a la que
como hombres dormidos pertenecemos, genera, para una conciencia más alta en la Escala del Ser, dolor y sufrimiento. Pero
no para la propia Vida Orgánica. El
hombre, por haberse ido “elevando”
por encima del nivel de esa vida orgánica,
por haber adquirido una mayor conciencia que ella, percibe ese “roce” de la vida como sufrimiento y dolor. Y, al haber desarrollado también una mente y un proceso de
pensar más complejo, piensa y desarrolla ideas, tratando de comprender lo que
sucede en esa Vida Orgánica que
percibe como “fuera de él”. El
problema es que esta percepción, falta de comprensión
interna, genera emociones negativas,
que también sirven de “alimento” a la Luna.
No creo
que lleguemos a saber en que Escuela
Esotérica estudió Pablo. Pero si es evidente que lo hizo en alguna de las
que existían en su época. Dice:
"Porque el
anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de
Dios... porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una esta con dolores
de parto hasta ahora..."
(Romanos, VIII, 19, 22)
(Romanos, VIII, 19, 22)
Esa expresión de que “toda la creación gime a una” porque está con “dolores de parto”, señala que el hombre tiene la posibilidad de ser otra cosa, de convertirse en un auténtico Ser Humano. El Hombre, al ser diferente de las otras formas de vida, posee en él algo más que no está en la Vida. Tiene una Esencia diferente que le permite, después de haber sido “sembrado” en la Tierra, y haberse desarrollado externamente a través de sus sentidos externos, desarrollar sus sentidos internos para conectarse con la dimensión, con el nivel de ser, que se encuentra por encima de él; para, como dicen los textos, dejar de ser un “Hijo del Hombre” y convertirse en un “Hijo de Dios”.
Continúa
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