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Los Magos. Mosaico de San Apolinar Nuevo. Rávena. Italia |
<ARTICULO
PUBLICADO EN LA GACETA DE
CANARIAS EL 22-12-91>
<PÁGINA>: LA
OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Sobre
el significado de la Navidad.
<Autor>: Alfiar
<CUERPO DEL TEXTO>:
7.- LOS PERSONAJES DE LA NAVIDAD (4)
Muchas personas creen que los problemas
fundamentales de la vida no tienen solución. Por alguna extraña razón los
hombres no quieren aceptar la idea de que Dios tiene un Plan para el Hombre, y que este Plan se desenvuelve y desarrolla en fase prescritas, en ciclos
elaborados. El hombre sólo quiere una solución de su destino acorde con sus
fantasías, y no quiere reconocer que el Hombre, individual y colectivamente,
puede y debe transformarse en algo enteramente diferente; debe aparecer en él
una nueva conciencia con la que crear un nuevo futuro.
(...)
El problema tal vez se
encuentre en que para que esa conciencia aparezca, se necesita de los propios
esfuerzos. Porque la solución para los problemas de nuestra vida ya ha sido
dada. El enigma ha sido solucionado ya hace tiempo. La fórmula se puede encontrar
en unos pocos libros en los que se expresa en forma clara y completa una
representación de la existencia humana, de su origen, de su ruta y de su meta.
Y ellos nos muestran algo que podemos comprobar con nuestros esfuerzos. Porque
si cada ser humano, por su propia voluntad, no realiza el esfuerzo por sí
mismo, nada cambia. Esa realidad externa a la que puede acceder lo humano, es
sólo el reflejo de otra estructura interna.
Cuando Jesús nació, los que tenían visión
interna, vieron su estrella y fueron
a darle reconocimiento. Pero son muy pocos los que acceden a la visión interna
del Plan de Dios. Son muy posos los
que reconocen en las señales lo que realmente acontece. Y son sólo los que ven, los que no son ciegos a los signos
internos, los que hacen el viaje a su Belén
interior. A pesar de todo, son muchos los que buscan, los que están alerta.
Son los pastores que rodean Belén. A estos, otros signos les fueron dados por
el Angel, por el enviado de la realidad Sobrenatural: "Esto os servirá de señal, hallareis al niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre."(Lucas, 2‑12).
Lo nacido está envuelto en pañales. "Hasta que no os hagáis como niños, no entrareis en el Reino".
El pesebre es el lugar donde el
animal domesticado, el asno puesto al servicio de lo humano, se alimenta. La
señal indica que es en esas condiciones, la condición de que lo natural en
nosotros se pone al servicio de lo Sobrenatural,
en la que se sustentará lo recién nacido.
Cada uno de los personajes en la
escenificación evangélica representa una tendencia de nuestro estado anímico.
Así, los pastorcillos son esas
tendencias que nos llevan a Belén. En cambio, los Reyes Magos, representan ese estado en el que por haber seguido la
visión interna, están dispuestos a transmutar el Conocimiento en Sabiduría.
Por ello llevan como ofrendas a lo que va a nacer Oro, Incienso y Mirra.
¿Qué son estas cosas? Son los símbolos de
nuestra triple naturaleza purificada y transmutada, nuestro Asno, en el que se mezclan una serie de
reacciones emocionales y algo misterioso y difícil de entender llamado mente.
Es esta triple naturaleza la que es ofrendada en forma voluntaria para que
nuestro Cristo Interno pueda expresarse en nosotros.
- ORO es esa sustancia alquímica, nuestra naturaleza purificada y transmutada.
- INCIENSO es nuestra naturaleza emocional con todos sus deseos, aspiraciones y anhelos transmutados por el fuego y elevados como servicio en la forma olorosa del Amor.
- MIRRA, la amarga mirra, es nuestra mente. Sólo la mente conoce, y el conocimiento es amargo, provoca dolor porque ve la verdad y el error. Cuanto más desarrollada en la naturaleza mental de un individuo, mayor puede llegar a ser su sufrimiento. Pero aquí se encuentra el misterio y el milagro de la transmutación alquímica. El sufrimiento libremente ofrecido es LUZ puesta a disposición del Ser Divino que somos y que nace en Belén. Cuando nuestras más puras tendencias físicas, emocionales y mentales se erigen en reyes de nuestra interioridad, se ofrecen en su realidad mágica a esa Voluntad que nace y que es lo Divino en nuestro Ser. En la Cámara de la Iniciación hay sufrimiento. El dolor siempre acompaña al nacimiento, tanto para la madre como para lo nacido.
Pero en nuestra naturaleza externa reina
otro rey que aún dirige nuestro destino. Es Herodes: nuestro mundo convencional, arrogado por el poder que le
ha dado la vida social y sus valores materiales camuflados de ideales: el
bienestar físico, el deseo de vivir todo aquello que se convierte en lo
ficticio de la vida. Por ello lo que nace, algo que no está interesado en lo
que constituye la felicidad del hombre material, supone una amenaza para esa
tendencia dominante en nosotros, esa tendencia llamada Herodes y que nos ha
guiado en nuestra materialidad.
Cuando el Cristo-Niño nazca, Herodes dejará de reinar en nuestro interior.
Eso es algo que él no desea. Herodes ha sido alertado por los Magos, puesto que es en reino mundano
donde debe nacer lo nuevo, y al pasar por su territorio éste se extraña.
Nuestra naturaleza convencional se extraña cuando algo desacostumbrado cruza
por su territorio. Entonces indaga y pregunta. Pero los Magos no conocen aún a lo nacido; ellos sólo vieron la señal y la
siguieron porque sabían que ella les llevaría al lugar. Así que no pueden
ayudar a Herodes. Este pide entonces ayuda a los escribas, esos representantes
de la espiritualidad convencional, petrificada y llena de ritos y dogmas sin
vida. Pero estos saben menos y sólo dan una respuesta cultural.
Una vez que algo en nosotros nace, algo que
procediendo de nuestra triple naturaleza se compromete con la nueva realidad,
ya no puede volver al camino viejo. Ya no puede servir a dos reyes. Sólo puede
servir a lo que nace, al Cristo interno,
por ello los Magos regresa por otro
camino. Y como la Personalidad Divina
nacida no puede mezclarse con la personalidad profana que muere, la Virgen
y el Niño, a lomos de un asno, marchan a Egipto: ese lugar apartado en el que la nueva personalidad recién
puede crecer sin que pueda verse perturbada por esa personalidad llamada
Herodes que, en un intento de terminar con ella, manda degollar todas las
tendencias nuevas nacidas en nuestro interior. Allí, en Egipto, en el silencio, crecerá. Y cuando Herodes muera, cuando
nuestra personalidad muera, lo nacido volverá a Galilea.
Nacidos al amor de Belén, la nota clave de
nuestras vidas, desde ese momento, debe ser la obediencia a lo más elevado que
hay en nosotros y la total confianza de esa naturaleza nacida para expresar, a
través de la forma y la personalidad, una vida de Amor.
Einstein en su libro "El mundo tal como lo
veo", decía:
"La cosa más hermosa que podemos experimentar es el sentido de lo maravilloso. Es la emoción fundamental del verdadero arte y el origen de la verdadera Ciencia. Quién no lo conoce, quién ya no puede maravillarse, quién ya no es capaz de sentir asombro, puede decirse que está muerto, que es un cirio apagado."
El misterio suele definirse como algo
oculto, inexplicable. Pero la palabra deriva de una raíz griega que significa cerrar los ojos. De donde se deduce que
algo es misterioso simplemente porque cerramos los ojos para no verlo; que la Verdad
está oculta simplemente porque no queremos mirarla. Pasamos por la vida con los
ojos de la mente y del corazón firmemente cerrados ante cualquier cosa que no
comprendamos inmediatamente. Sin embargo, allá en lo profundo de nuestro
corazón sabemos que en el Universo hay Inteligencias
hacia las que deberíamos volvernos y abrir nuestra mirada si queremos encontrar
la clave de los misterios. Se nos dice, y es verdad, que tenemos el derecho de
exigirlas. Pero antes hemos de aprender la manera y la forma de hacer la demanda.
Para mí este modo ha sido siempre el mantener abierta la capacidad de asombro y
el deseo de conocer, la capacidad de maravillarse.
La leyenda esotérica dice que el hombre es
una creación especial provista de una gama de posibilidades en estado
potencial. Dice también que estas posibilidades, si se desarrollan, pueden
convertirse en una cierta forma de energía que tiene todas las cualidades
divinas. Consideradas las cosas así, el hombre no es, en modo alguno, algo sin
importancia. Sino algo que produce asombro. Aunque de nada sirve vanagloriarse
de lo que en potencia existe en nosotros, si ni siquiera nos percatamos de su
existencia.
* * *
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