viernes, 28 de junio de 2013

Soledad y Libertad 05


(Continuación)


Capítulo Cuarto

  ¿Quién soy yo?
"He aquí una buena pregunta para hacérsela al hombre por la tarde, cuando ya está cansado y se sienta a esperar en el umbral de la noche.
Si se abriera de improviso la puerta, y alguien se adelantara a preguntarme quién soy yo, no sabría decirle como me llamo. En la mañana nos bautizan, al medio día el sol ha borrado nuestros nombres, y a la tarde querríamos bautizarnos nosotros.
Salimos de aventura de madrugada por el mundo, con un nombre que nos ponen en la solapa, como una concha en la esclavina, y creemos que por este nombre van a llamarnos los pájaros. ¡No nos llama nadie!
Y cuando ya estamos rendidos de caminar y el día va a quebrarse, gritamos enloquecidos y angustiados, para no quedarnos en la sombra.
¿Quién soy yo?
¡Y nadie nos responde!
Entonces, miramos hacia atrás para ver lo que dicen nuestro pasos. Creemos que algo deben haber dejado escrito en la arena nuestros pies vagabundos. Y comenzamos a descifrar y a organizar nuestras huellas que aún no ha borrado el viento.
Es la hora en que el caminante quiere escribir "sus memorias". Cuando dice:
Le contaré mi vida a los hombres para que ellos me digan quien soy yo.
(...)

El poeta le cuenta su vida primero a los hombres; después, cuando los hombres se duermen, a los pájaros; más tarde, cuando los pájaros se van, se la cuenta a los árboles...
Luego pasa el Viento y hay un murmullo de frondas.
Y esto me ha dicho el Viento: que el pavo real levanta la cola y extiende su abanico, el poeta debe mover sólo las plumas de sus alas.
Todo lo cual puede traducirse también de esta manera:
lo que cuento a los hombres está lleno de orgullo;
lo que cuento a los pájaros, de música:
lo que cuento a los árboles, de llanto.
Y todo es una canción compuesta para el Viento, de la cual, después, este desmemoriado y único espectador apenas podrá recordar una palabras.
Pero estas palabras que recuerde son las que no olvidan nunca las piedras.
Lo que  cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas."
León Felipe
"Unas pocas palabras". Es todo lo que queda de una vida. Unas pocas palabras para nuestra eternidad. Unas pocas palabras que no olvidarán las piedras, los hombres, ni las estrellas, los seres que somos y que buscamos. Unas pocas palabras que se llevará el Viento, la Energías consciente que configura la Vida, para cantar la canción de nuestro destino, la canción de la que somos la letra, La Palabra.
Me ha llamado profundamente la atención ese verso de León Felipe en el que expresa que esas pocas palabras que constituyen el resumen de una vida, sea algo que no olvidaran nunca las piedras. Y me ha llamado la atención, porque la Cábala establece una relación entre el hombre y la piedra, identificando a ambos. Y los Maestro Internos dieron la siguiente información referente a lo que se esconde en la realidad de la piedra:
"La piedra es el símbolo de la voluntad del hombre. Está dicho que el hombre y la piedra pertenecen al mismo haz de luz, pero yo te digo ahora más.
La luz que se encierra solidificada en la piedra, es la manifestación de la energía primera en su máxima densidad. Esta energía está ahí almacenada como una fuente potencial para poder ser usada por el hombre a nivel consciente.
La densidad atómica que se encierra en la piedra, es poseedora de una fuerza matriz donde todo lo que la mente humana puede emplear en desarrollar ideas y conceptos, esa fuerza latente impregnada en la roca, se pone al servicio de aquellos seres que alcanzan a ser receptores de esa energía y que luego van a poder desarrollar en un trabajo de creatividad esa función potencial. Cuando una mente se despierta y empieza a ejercer su función pensante, se pone en marcha un mecanismo automático de la Ley por el que la radiación inconsciente encerrada en la roca empieza a emanar hacia esa mente receptora. Ambas sintonizan y se acoplan en un intercambio de energías que les permite evolucionar conjuntamente. La piedra evoluciona porque al dejar fluir la potencia de la que es poseedora, escala una nueva nota un poco más aguda, y el hombre evoluciona porque transforma con su pensamiento una radiación sólida que recibe y que la emite de nuevo por su cerebro, convertida en una onda de nueva cualidad.
La roca es la matriz del pensamiento. Su fuerza hace germinar en el hombre el proceso pensante, y cuando éste comienza, su influjo determina la energía que dispondrá aquella mente al empezar a captar sus impulsos.
La voluntad del hombre desarrollada a través del pensamiento consciente, sigue un proceso evolutivo semejante al de la piedra. De una forma naciente y ruda, y a veces tercamente tosca, la voluntad humana se va desarrollando en múltiples facetas transitorias por las que va aprendiendo a través de acciones y palabras. Poco a poco va perdiendo su rudeza inicial y va limando sus aristas hasta conseguir una expresión de forma, libremente fluida y armoniosa, que empieza a manifestarse como una mente iluminada.
El proceso de la piedra es lo mismo. Toda la energía que se encierra en ella y que aparentemente no puede mover, al enviar sus influjos a las mentes humanas, éstas, movilizan esa fuerza desde los planos mentales hasta los físicos, afectando a la piedra con desplazamientos, necesidades de uso, construcciones y trabajos de tallado, y adaptaciones múltiples que van modificando su estructura física, a la vez que liberan la estructura atómica.
La forma de la piedra trabajada, es su iluminación. La luz en la forma humana, es a su vez piedra eterizada que ha logrado expandir su estructura molecular. El pensamiento que se trasciende en una voluntad equilibrada y sabiamente dirigida, es la manifestación viva de toda la energía con que la piedra ha contribuido al avance humano.
El fuego interno de la piedra es el impulso sagrado de la esencia del espíritu divino. Lo comparte con el hombre, ambos a cada extremo de la densidad de luz de este plano. Roca y mente, los dos encierran la misma fuente de energía. Piedra y voluntad, proceso compartido en un desarrollo evolutivo. Piedra, base, estabilidad material, matriz interna. Hombre, hijo, piedra móvil tallada por la voluntad. En ambos se encierra en misterio de lo eterno, del lazo que une los extremos del círculo."
Extraña correlación y simbiosis la existente entre la piedra y el hombre. Pero fascinante la idea que trasluce. El poeta toca este asunto en otro impresionante poema, pero dejaremos su comentario para el final de este trabajo.
Hacer de cada momento de la vida un verso, convertir cada verso en una experiencia de aprendizaje, levantar verso a verso una vida de trabajo consciente con la finalidad de adquirir la maestría, de ser un virtuoso de la palabra creadora y no un virtuoso de la palabra juzgadora, es el trabajo metafórico del hombre y del poeta. Es cierto que no hay aprendizaje sin experiencia, pero referente a esto hay algo que se suele olvidar fácilmente: todo el mundo, sobre todo hoy en día, habla de las experiencias, todo el mundo se lanza a consumir experiencias; experimentar lo sea es el lei motiv de la mayoría de las gentes que hoy en día se llaman espirituales o no espirituales. Y nadie se da cuenta, nadie piensa, o muy pocos lo hacen, que para que la experiencia sea tal, es decir, para que tenga un sentido y se convierta en un conocimiento de uno mismo que luego pueda ser transmutado en sabiduría, para que la experiencia pueda entrar en nuestra conciencia, no tiene que ser considerada en sí misma, sino que tiene que ser percibida, relacionada y ordenada en términos de un sistema conceptual; sistema que es el resultado de una evolución.
Dice el Diccionario que Experiencia "es la enseñanza que se adquiere con la práctica", y Experimentar "es probar las condiciones de las cosas por la práctica". De lo que se deduce que la experiencia es una práctica a través de la cuál se adquiere un conocimiento, necesario, por otra parte, para alcanzar la Sabiduría. Pero es evidente que sin ese sistema conceptual, sin ese marco referencial, la práctica, en sí misma, no se resuelve en un significado. Tal vez por ello, para muchos, la experiencia de amar, la experiencia de pensar, la experiencia de sentir, la experiencia de saber, la experiencia de ser, constituye un tremendo esfuerzo.
Y es un esfuerzo porque, para que cada uno de estos actos tenga sentido, el hombre tiene que haber resuelto el problema de su mistificación interna, de tal forma que cada uno de estos actos corresponda a una experiencia original. Es un esfuerzo porque supone la renuncia a un marco de orientación dado y la elección de uno nuevo. Ese marco al que los griegos llamaban Ethos. Y sobre todo es un esfuerzo porque es la elección de la soledad como experiencia para llegar a ser. "Ni Dios ni nadie cambia el corazón del hombre ‑ decía Maimónides ‑. Solamente él mismo es libre para elegir su camino, pero debe aceptar las consecuencias de su elección."
¿A qué me refiero al decir que hay que renunciar a nuestro marco de referencia, para elegir otro que sea original? Me refiero a lo siguiente: el Ethos es el hábitat entendido como costumbre, aquello a lo que el hombre acostumbra; también es la habitación, el lugar donde vive, la residencia, la morada, la guarida, la querencia y, sobre todo, la habitación en la que se tiene por hábito estar. Ese lugar sustituto del claustro materno en el que nos sentimos seguros y protegidos, al abrigo de las inclemencias de fuera y rodeados de lo que nos es querido. El "Ethos ‑ dice Heidegger , designa la región abierta donde el hombre habita. El recinto del hombre, su ethos, contiene y guarda el advenimiento de aquello que al hombre le pertenece en su esencia." Es nuestro ethos el que nos hace exclamar yo soy así, como la expresión más esencial de nuestra forma de ser propia.
El ethos no es algo dado. Lo adquirimos en la vida. Constituye una segunda naturaleza física, biológica, psíquica y espiritual. No es algo natural. Se conquista más allá de lo dado, y a veces con esfuerzo y sufrimiento. Y lo curioso es que el ethos, aunque segunda naturaleza, no natural, sigue siendo naturaleza. Y es por ello que es una manera de ser. Por ello también es el lugar seguro donde habita el hombre, su refugio, su morada existencial.
El hombre, Adán, ha sido expulsado de su morada natural, paradisíaca y condicionado a vivir en un orden moral, no natural, pero sin dejar de pertenecer al mismo tiempo a esa naturaleza y estar sujeto a sus leyes. Y es en esta contradicción original donde surgen las dos posibilidades de la existencia: la de asumir la propia condición humana, sobre‑natural, o la de evadir esta condición con el deseo imposible de regresar al estado paradisíaco de inocencia, amoralidad, inconsciencia, irresponsabilidad e indecisión respecto al Todo. El ethos como segunda naturaleza sólo es tal, si logra constituirse en experiencia radical e integral, en un Saber gestado y parido desde el interior más auténtico y profundo, verdaderamente asumido, de cada hombre.
Pero nuestro ethos, porque tiene cordones umbilicales enraizados en la matriz colectiva, contiene subterráneos tenebrosos, mazmorras llenas de sombras, donde habitan seres fantasmales y donde pululan los espíritus del llanto. Toda Luz proyecta sombras a su alrededor. Toda Luz deja tras de sí un fondo de sombras en las que se enraíza nuestra realidad. Y esas sombras deben ser desenmascaradas, deben ser conocidas, deben ser asumidas y deben ser transmutadas, para adquirir la Maestría como fruto final de la experiencia. Lo dice el psicólogo y el novelista mítico, lo dice el mito y el cuento de hadas, lo dice el místico y el santo, lo dice el hechicero: "Heredará mi reino aquel que haya cruzado en vida el país de las tinieblas y llegue hasta las costas más lejanas del día" (Ursula K. Le Guin: "La costa más lejana", tercer volumen de Los libros de Terramar). Porque, sigue diciendo el hechicero, "negar el pasado es negar el futuro. El hombre no construye su destino: lo acepta o lo niega. Si las raíces del árbol no son profundas, el árbol no tendrá corona." Y lo dice el poeta:
La poesía está en la Sombra
Y digo que la poesía está en la sombra,
en la sombra del mundo donde el hombre ciego se revuelve y grita...
que es un grito en la sombra,
que es un coro de gritos que quieren burlar la sombra,
escapar a la sombra,
alcanzar la sombra,
asesinar la sombra...
La poesía está escondida en la sombra.
León Felipe
No podemos adquirir la maestría, no podemos ser nosotros mismos, sin integrar en nosotros mismos nuestra propia sombra, sin conocerla, sin asumirla, sin saber que nosotros también somos la sombra. Y el poeta lo recalca:
Pero diré quien soy más claramente, para que no me ladre el fariseo,
y para que registren bien mi ficha
el psicoanalista,
el erudito
y el detective.
Soy la sombra,
el habitante de la sombra
y el soldado que lucha contra la sombra.
León Felipe
La Sombra, esa metáfora de nuestra realidad oscura, es la matriz del llanto. Y el llanto tiene que regar la sombra para que florezca la semilla.
Dejad que llore el hombre
y se esconda en la muerte.
No maldigáis las lluvias y la noche...
¡Regad las sombras!
León Felipe
En la vieja tradición cabalística, esa Sombra que oculta y que guarda dentro de sí la Luz, se llama Jehová. He aquí un diálogo entre Jehová y el Hombre:
"Jehová: Cíñete pues los lomos como hombre valeroso. Yo te preguntaré y tu me harás saber.
Hombre: Pregunta.
Jehová: ¿Has pisado tú las honduras recónditas del abismo?
Hombre: No, pero he entrado en el imperio corrosivo y sin límites de la injusticia.
Jehová: ¿Sabes tu cuando paren las cabras monteses?
Hombre: No, pero se cuando el arzobispo bendice el puñal y la pólvora.
Jehová: Y en cuanto a las tinieblas... ¿dónde está el lugar de las tinieblas?
Hombre: En la mirada y en el pensamiento de los hombres... Tuya es la Luz.
Jehová: ¿Y has penetrado tú hasta los manantiales del mar?
Hombre: No, pero he llegado hasta el venero profundo de las lágrimas.
¡Mío es el llanto!
Y ahora pregunta el hombre,
y ahora pregunto yo...
y tu me harás saber:
‑ ¿Para qué sirve el llanto
sino es para comprarte la Luz...?
‑ ¿Para qué sirve el llanto?
‑ ¿Para que hemos aprendido a llorar?
..............
‑ ¿Lloramos solo porque tú has pactado con Satán?
..............
Ya se, ya se: somos sólo una jugada tirada sobre la mesa verde de tu gloria.
Ya se, ya se que apuestas ahí arriba con el diablo, a la luz y a la sombra, como al rojo y al negro de un garito...
Y que ahora ha salido el negro,
que ha triunfado la sombra,
que Satán te ha vencido.
¿Y yo, no soy más que una ficha,
una moneda...
el objeto que se apuesta...?
¡Oh, no!
Yo puedo gritar,
yo puedo llorar,
yo puedo ofrecer mi llanto. todo mi llanto
por la luz...
¡Por una gota de luz!
(...)
Y aunque sueltes sobre mi boca
todos los ladridos del trueno, me oirás.
Y aunque arrojes sobre mis ojos
las lluvias y los mares,
la amargura de mis lágrimas llegará
hasta la lengua.
¡Tuya es la Luz!... ¡Pero el llanto es mío!
León Felipe.
Como Job, en la escuela del llanto se adquiere la Maestría, se conoce a Jehová, y se transmuta la Sombra en Luz. Entonces se conoce a Dios (o lo que se esconda tras esta palabra). El poeta, el hombre, nos lo cuenta en un largo y bello poema que él llama "Escuela". El poeta empieza contándonos:
Oí tocar a los grandes violinistas del mundo,
a los grandes virtuosos
y me quedé maravillado.
¡Si yo tocase así!... ¿Cómo un virtuoso!
Pero no tenía escuela,
ni disciplina,
ni método,
Y sin estas tres virtudes
no se puede ser virtuoso.
Me entristecí
y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.
... pues..., sólo el virtuoso puede ver la cara de Dios.
León Felipe
Y el poema, a lo largo de más de cien versos, nos cuenta la andadura del poeta por la escuela del mundo: sus soledades, sus prisiones, sus intentos de suicidio ante la impotencia, la desesperación y la fatiga; sus batallas por la justicia, por la conquista de la Luz... Será una larga vida llena de ejercicios, de experiencias, de "siglos de obstáculos", como diría otro poeta, Blas de Otero. Y al final:
... he llegado a la vejez
con un saco inmenso
lleno de recuerdos,
(...)
Y ahora..., de pronto,
a los ochenta años
me doy cuenta de que sé tocar el violín,
que soy un virtuoso,
que puede tocar en los grandes conciertos del mundo.
(El hombre y el poeta
son el mismo y único instrumento)
Me gusta haber llegado a la vejez
siendo un gran violinista...
un virtuoso.
Pero con esta definición:
"sólo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios".
León Felipe
He aquí un hecho claro que aprender: la Vida es una Escuela. Pero, ¿cómo estudiar en ella? ¿Cómo vivirla para que nos haga virtuosos? ¿Trágicamente, como la vivió León Felipe, y como la viven aquellos que asumen sus propios compromisos? ¿O, apaciblemente, felizmente, como pretenden otro tipo de virtuosos? ¿Cómo vivirla? ¿Cómo hacer de ella una vida metafórica?
Hay quien dice que este es el enigma de la Esfinge. Yo tengo una respuesta: hay que vivirla conscientemente. Y esa conciencia, que ha nacido de las lágrimas, es la que nos hace ver que cada uno tiene que recorrer su propio camino, porque:
Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por éste mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
León Felipe
Y ese Camino, que es exclusivamente nuestro y de nadie más, en algún momento de nuestra vida, se hace para nosotros un camino de soledad. Y es un camino de soledad porque no es un camino trazado, porque no está aún hecho, porque lo tiene que hacer cada cual. Es el camino que hace aquel que va:
Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo,
lo mismo que esa estrella fugitiva.
¿Después?... Después...
Ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre por el cielo sin albergue
como yo por la vida.
León Felipe
Entonces, ¿cómo vivirla? ¿Cómo ser en la vida?

(Continua)


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