Í
N D I C E
(...)Nota aclaratoria.Capítulo Primero: El Hombre como metáfora.Capítulo Segundo: El Camino de la Soledad.Capítulo Tercero: La Maestría.Capítulo Cuarto: ¿Quién soy Yo?.Capítulo Quinto: Ser en la vida Romero.Capítulo Sexto: La conquista de la Libertad.
- "Ganarás la Luz".
- La parábola de la metamorfosis del gusano.
Capítulo Séptimo: "Como tú": la piedra y el centro.Bibliografía.
NOTA ACLARATORIA
En Septiembre de
1988 impartí un curso en la Librería Unicornio de Santa Cruz de Tenerife
titulado “Soledad y Libertad ”. Una
interpretación esotérica de la poesía de León Felipe, con un párrafo explicativo
que decía “En el límite de lo literario”.
Hoy, 18 años después, y tras siete años de trabajo en el libro que escribo
desde 1999, “El Sueño de la Crisálida”, me doy
cuenta que los aspectos e ideas fundamentales del Sueño de la
Crisálida se encuentra en aquel seminario, así que le he
dado una forma más narrativa para que se pueda leer como un libro.
Antes de que
alguien pueda leer este ensayo, considero necesario aclarar algunas cosas. Nací
en 1941 y estudié Filosofía y Letras, especializándome, a partir del tercer año
de carrera, en Historia, Geografía y Arte. En la Facultad me topé con la
corriente filosófica en boga en aquella época llamada Estructuralismo, aunque
también influyeron en mi formación el Existencialismo y otras corrientes
filosóficas. Pero no fueron las únicas influencias, pues ya desde tercero de
Facultad dedique doce años de mi vida a investigar, para mi tesis de
licenciatura, el tema de la
Alquimia.
El Estructuralismo
era un enfoque respecto a las ciencias humanas, que por aquel entonces llegó a
convertirse en uno de los métodos más generalizados para el estudio del
lenguaje, la cultura y la sociedad. No existió nunca una escuela de pensamiento
claramente definida como estructuralista, aunque su origen se remonta
a Ferdinand de Soaussure y a su “Curso de
Lingüística General ” (1916) que fue el que estudiamos en primero en la Facultad.
Concibiéndolo desde un punto de
vista bastante general, el Estructuralismo intentaba explicar las
interrelaciones (estructuras) que dan origen a los significados de una cultura.
Según tal concepción, el significado de una cultura viene producido y
perpetuado a través de una serie de prácticas, fenómenos, rituales y
actividades que constituyen su sistema de significados. Los estructuralista
estudiaban las formas de elaborar la comida, los ritos religiosos, los juegos,
los rituales sociales, etc., con la intención de descubrir las formas en que
dicha cultura producía y reproducía sus significados. Uno de los más influyentes
de estos investigadores fue Claude Lévi-Strauss quién, como antropólogo,
analizó los mitos, los sistemas de parentesco y las formas de preparar la
comida de las diversas culturas desde la más remota antigüedad.
El método
estructuralista también fue aplicado a la Literatura, a fin de examinar la relación
subyacente entre los elementos (estructura) de una novela, poesía u obra de
teatro. Ello permitió encontrar vínculos y estructuras similares en obras que
pertenecían a épocas distintas, aunque también sirvió para encontrar
significados que no se encuentran explícitamente expresados en el texto de la
obra.
Saussure se había
interesado en investigar la
Lingüística histórica y, en su Curso, desarrolló
una teoría general de la
Semiología. Elaboró un sistema de conceptos que permitieron crear
una ciencia que estudiara los fenómenos del lenguaje. Así nace la Lingüística Estructural,
desplegando, paralelamente, una ciencia que abarcaba toda la teoría de los
signos, la Semiótica. De
esta manera, la lengua como institución social, y la semiología como sistema de
valores, configuraban, en el habla, la base de las culturas humanas. Tal
sistema se basaba en dos elementos fundamentales de la semiótica: el significante (palabra escrita o hablada)
y el significado (el concepto-idea)
de la cosa a la que se refiere la palabra o sonido. La reunión de ambos
elementos constituyen un signo lingüístico.
Mi primer trabajo
como profesor fue en un colegio de Tenerife, donde durante tres años impartí
clases de Lengua y Literatura, y Sociales (Historia, Geografía y Arte
englobadas en una unidad, como un solo sistema). Era la etapa de inicio de la EGB. Por motivos personales,
me marché de allí y durante un año impartí cursillos de formación para maestros
que intentaban reciclarse y adaptarse a los nuevos textos de Gramática,
repletos de lingüística estructural, y de Sociales, también construidos
siguiendo los contenidos estructuralistas. Mi trabajo consistía en ir por los
colegios y, después que yo explicaba como era el método de los nuevos libros y
la gramática estructuralista, el representante de una editorial, que por aquel
entonces comenzaba a adquirir prestigio, hacia la oferta de los libros de texto
de dicha editorial. Explico esto un poco para que sepan que se de lo que estoy
hablando.
Pues bien, lo que
más les costaba a los maestros de las islas que formaban la Provincia de Santa Cruz
de Tenerife, que eran en las que yo daba mis charlas, era la relación
arbitraria que existía, según el estructuralismo, entre el significante y el significado,
el que no existiera ningún lazo natural a través del cual pudiera establecerse
una analogía entre la palabra (escrita o hablada) y el objeto con el que se la
relacionaba. Otro concepto problemático fue el concepto de sintagma que volvía locos, no ya a los maestros, sino a los alumnos.
Saussure y otros estructuralista fueron el martirio de toda aquella generación
de maestros y estudiantes.
Durante la década de los 60, el
Estructuralismo había adquirido una posición relevante en Francia y fue desde
aquí desde donde se extendió por el mundo. Se opuso al Existencialismo de los
40 y 50 al rechazar la noción de "libertad humana" de los existencialistas, y enfocó
su atención en las formas que la conducta humana es moldeada por estructuras
culturales, económicas, históricas, sociales y psicológicas. El trabajo más
importante en este sentido lo inició Claude Lévi-Strauss con su obra “Las Estructuras elementales de parentesco ”
(1949). Examina los sistemas de parentesco desde un punto de vista estructural
y demuestra que organizaciones sociales, en apariencia distintas, solo son
variaciones o permutaciones de unas pocas estructuras básicas. Así surge en los
años 50 su “Antropología Estructural ”,
obra que todo estudiante de humanidades de mi generación no dejó de leer. A
mediados de los 60 éramos muchos los que creíamos que el Estructuralismo podría
ofrecernos un enfoque unificado de la vida humana en todas sus facetas. Roland
Barthes y Jacques Derrida estudiaron las estructuras literarias; Lacan y
Piaget, las psicológicas; Foucault las ciencias humanas, aunque con posterioridad
se apartaría del estructuralismo. Althusser combinó marxismo con estructuralismo…
Luego, todo se derrumbó.
El estructuralismo
fue superado por dos nuevas corrientes, el postestructuralismo
y el deconstruccionismo, así como por
la gramática generativa y la lingüística cognitiva en el campo de los
estudios lingüísticos, sobre todo a partir de los movimientos del 68 y del mayo
francés. Ya en los 80, el deconstruccionismo
y su énfasis en la ambigüedad fundamental del lenguaje, más que en su estructura
lógica, terminaron de arrinconarlo. Para la década de los 90 el estructuralismo
era una teoría muerta.
Los postestructuralistas habían salido del
propio estructuralismo. Jacques Lacan, Michel Foucault y Roland Barthes, con el
propio Lévi Strauss, fueron los que desarrollaron el postestructuralismo; a ellos se unieron Darrida, Gilles Deleuze y
Julia Kristeva. Fue en las universidades norteamericanas donde surgió el
término postestructuralista. Mientras el estructuralismo
había intentado desarrollar un metalenguaje autosuficiente y generalizado que
permitiera describir cualquier configuración, ya fuera antropológica,
lingüística, histórica, literaria o psicoanalítica, sin perderse en los
elementos que conformaban sus estructuras y poder así analizar sus relaciones,
el postestructuralismo empezó a
diferenciar las jerarquías implícitas en el estructuralismo y a cuestionarlas.
Los postestructuralistas afirmaban que el análisis estructural era asíncrono,
es decir, que solo se daba en un momento determinado, suprimiendo la diacronía
o historia. Con ello, se intentó reafirmar la importancia de la Historia. Por
ejemplo, Foucault, en los años 70 retoma a Nietzsche para hacer una crítica del
estructuralismo.
En tonos
grandilocuentes se les tachó de reduccionistas, señalando que el reduccionismo de la Ciencia es una forma
violenta propia de la civilización occidental que ha cometido excesos tales
como el colonialismo, el racismo, la misoginia y la homofobia, amén de no se
cuantas cosas más. A los postestructuralistas se les llamó por ello
postmodernos.
Un aspecto
importante del postestructuralismo fue el desarrollo de la Crítica Literaria a un nivel nunca imaginado. La
crítica literaria había sido un ejercicio de análisis y valoración lo más
razonada posible de una obra literaria. Existían dos grandes modelos. La crítica
literaria que pretendía ser objetiva y científica, y la que reconocía que
existen muchos elementos subjetivos en cualquier obra literaria. Lo que separa
a ambos métodos tiene que ver con el gusto,
el gusto popular, por ejemplo. El gusto
parecía ser algo que podía ser controlado y educado. Se decía que unas de las
funciones principales de la crítica periodística era la de educar el gusto del público. También existía una crítica impresionista que pretendía
mostrar las sensaciones que produce una obra literaria, en la que la estética era
considerada como algo más importante que el propio rigor científico.
Todo esto fue desmontado
por la deconstrucción. Derrida intenta mostrar como se ha construido un
concepto cualquiera a partir de un proceso histórico y de acumulaciones
metafóricas (de ahí el concepto deconstrucción). Para él, aquello que para la
objetividad científica resulta claro y evidente, no lo es, ya que las
herramientas de la conciencia en que la verdad ha de manifestarse están hechas
de historias, son relativas y se encuentran sometidas a las paradojas que
originan la metáfora y la metonimia. Para Derrida el significado de un texto
es el resultado de la diferencia entre las palabras que se han empleado en su
construcción, y no de la referencia a las cosas que ellas representan. Así, el
punto de vista ideal para hablar de una obra de arte o de una obra literaria,
se posiciona en la interpretación del que ve o lee la obra. Es decir, una obra
de arte o literaria, no es lo que alguien ha escrito o pintado, por ejemplo,
sino la interpretación que de ella hace el que la ve o la lee y, sobre todo, el
crítico. Así, pues, es el intérprete y no el autor el que crea la obra de literaria
o la obra de arte. Esta narcisista idea ha pasado a otros campos que abarcan
desde los puramente académicos hasta la crítica periodística, deportiva, social
o de la vida cotidiana. Es pues la visión de estos críticos la que impera como
verdad.
Cuando impartí el
seminario que da origen a este escrito, algunos bienintencionados defensores
del objetivismo académico me acusaron de demasiado subjetivo y, aunque han
pasado ya bastantes años, es por lo que escribo esta nota introductoria, para
aclarar cual fue mi intención al dar aquel seminario. Aunque pudiera haber
aspectos estructuralistas o postestructuralistas en aquel enfoque que di a la
poesía de León Felipe, mi intención no fue desarrollar un trabajo académico; mi
intención fue mostrar que más allá de esas técnicas de estudio, existía algo
llamado conciencia y que era la empatía,
como en el arte taoísta chino, la que aunaba, en una comprensión de distinto
grado, al artista y al que se acercaba a la obra creada por este.
Ya desde que
estudiaba en la facultad, ese no vínculo entre el significante y el
significado, no me terminaba de convencer, y no era porque no comprendiera los
conceptos de la
Lingüística General, sino porque nadie pudo explicarme que si
ello era así, y si las lenguas habían comenzado a ser pictográficas o
jeroglíficas, donde significante y significado si están vinculados, ¿por qué
no lo estaban en las lenguas que habían evolucionado de esas pictografías y
glifos originarios? La respuesta era siempre: el sintagma (el signo lingüístico
más simple), es decir, el significante, carece de vínculo con el significado,
su relación es siempre convencional. Yo, entonces, exponía el siguiente ejemplo:
He aquí tres
palabras: cigüeña, cigüeñal y cigoto. Las tres tienen el mismo sintagma raíz “cig”, que es el que da significado a
las tres palabra, las cuales, aparentemente, se refieren a tres realidades
distintas: la cigüeña es un ave,
claro que una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, le atribuye
que es la que trae los niños al
mundo. “¡Pero eso un cuento para niños!”
Me dicen. Evidentemente. Esperen. Cigüeñal
es una pieza mecánica que sirve para convertir un movimiento lineal en otro
circular o viceversa. Al parecer fue inventada en 1260 por un ingeniero árabe
llamado Al-Jazari, quién también construyó los primero relojes mecánicos y
escribió una obra llamada “El libro del
conocimiento de los ingenios mecánicos”. También es famoso su Reloj
Elefante animado por personas y animales mecánicos; igualmente construyó un
autómata que servía bebidas. Aparentemente, el uso de la raíz “cig”, en estas dos palabras, parece ser
puramente convencional. Veamos la tercera palabra, cigoto. Se llama así, en Biología, a la célula que resulta de la
unión de un gameto masculino (espermatozoide) con un gameto femenino (óvulo),
en la reproducción sexual. ¿Qué tiene que ver entonces, una cigüeña, con un cigüeñal y con el cigoto?
Al nivel de de la sincronía estructuralista, podría decirse que nada; a nivel
de la diacronía, podría sospecharse que tal vez hubiera una conexión que se ha
perdido con el paso y evolución del lenguaje. Pero, tanto sincronía como
diacronía solo abarcan la realidad de un mundo plano, un mundo que solo cambia
en lo horizontal, y dado que el lenguaje es un elemento esencial en el
desarrollo de la conciencia, que evoluciona en lo vertical, y ésta se eleva
sobre el plano añadiendo a lo humano una dimensión de crecimiento hacia lo alto y lo profundo... ¿Podríamos encontrar ahí, en lo que desde la antigüedad
ha venido llamándose la Escala del Ser, la conexión que vincula a las
tres palabras? Si meditamos un poco en los significados de cada una de ellas,
podríamos darnos cuenta que a las tres palabras las une otra palabra, ésta sí,
relacionada con la dimensión vertical, la conciencia y la Gran Cadena del Ser.
La palabra movimiento. La cig-üeña al volar, genera dos movimientos,
uno de arriba abajo, trazando dos grandes arcos con el batir las alas y, como
consecuencia, un movimiento resultante de desplazamiento hacia adelante. El cig-üeñal, ya lo dijimos, es una pieza
mecánica que transforma un movimiento circular en otro lineal o viceversa. Así
pues, el movimiento de las cigüeñas y el cigüeñal entrarían dentro del mismo
esquema de movimiento. ¿Qué pasa entonces con el cig-oto? ¿Dónde está el movimiento? Pues en las partes
constitutivas que le han dado lugar. Al fusionarse, dan origen a esa célula
llamada cigoto. El óvulo, una célula esférica en sí misma y en los elementos
que la constituyen, posee un movimiento que podríamos decir que es circular; en
él todo gira alrededor del núcleo del óvulo, todo se mueve a fin de encerrar en
si mismo los elementos que constituyen su realidad. Por su parte, el
espermatozoide, incluso por su propia estructura física, parece organizado para
desplazarse linealmente, para impulsarse hacia delante, que es lo que realmente
hace para ingresar al interior del óvulo. Así pues, aquí también un movimiento
circular y otro lineal se aúnan en el cigoto para que algo nuevo, algo vivo, se
desarrolle en la posición que le corresponda en la gran Cadena del Ser. Y aquí,
en esta inconmensurable jerarquía de seres y de conciencias que evolucionan a
su largo, su ancho, su alto y su profundo, que ascienden y descienden, todo se
mueve, hasta el cigüeñal cuya idea básica ya estaba en la naturaleza, porque en
esa Gran Cadena todo está vivo. ¿Cómo llegó ese significado, ese impulso de
movimiento y vida al sintagma raíz “cig”?
Estoy seguro que cuando hayamos profundizado bastante en los procesos de la
evolución de la conciencia lo sabremos. Mientras tanto, podríamos preguntarnos,
si al igual que ocurre con las estructuras matemáticas y su isomorfismo con las
estructuras mentales, ¿no existirá también un isomorfismo entre lo que significan
las cosas teniendo en cuenta una escala vertical del Ser y las palabras que
usamos para designar esas cosas?
Es desde esta
consideración y esta conciencia que fue desarrollado aquel seminario y,
obviamente, también está escrito este breve ensayo sobre la Soledad y la Libertad. No se aplicó
para desarrollarlo ningún método en concreto, ni estructuralista ni
postestructuralista, ni tampoco debe leerse desde ningún sistema en concreto.
Tengo plena conciencia que todos los sistemas, puesto que representan niveles
de conciencia, tienen aspectos útiles y válidos, así como también tienen sus
obstáculos; también tengo plena conciencia que ninguno de ellos en particular, ni
la suma de todos ellos, podrán dar un significado absoluto y verdadero, porque
los significados de la Vida
y de la Conciencia,
por el simple hecho de estar vivos, se mueven, evolucionan, cambian, se amplían
y se hacen cada vez más incluyentes, englobando en sí a todo lo que les ha
posibilitado llegar a ser. Todo ello constituye un potencial de impulso para
seguir creciendo, para seguir
ampliándose, aunque la decisión de hacerlo, en cada ser autoconsciente, pasa
siempre, siempre, por ese momento que el poeta ha llamado Soledad.
En Santa
Cruz de Tenerife.
En un día de finales del verano del año 2006.
(Continua)
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