sábado, 8 de junio de 2013

Soledad y Libertad 01





Í N D I C E



Nota aclaratoria.
Capítulo Primero: El Hombre como metáfora.
Capítulo Segundo: El Camino de la Soledad.
Capítulo Tercero: La Maestría.
Capítulo Cuarto: ¿Quién soy Yo?.
Capítulo Quinto: Ser en la vida Romero.
Capítulo Sexto: La conquista de la Libertad.
  • "Ganarás la Luz".
  • La parábola de la metamorfosis del gusano.
Capítulo Séptimo: "Como tú": la piedra y el centro.
Bibliografía.
 (...)

NOTA ACLARATORIA 

En Septiembre de 1988 impartí un curso en la Librería Unicornio de Santa Cruz de Tenerife titulado “Soledad y Libertad ”. Una interpretación esotérica de la poesía de León Felipe, con un párrafo explicativo que decía “En el límite de lo literario”. Hoy, 18 años después, y tras siete años de trabajo en el libro que escribo desde 1999, “El Sueño de la Crisálida”, me doy cuenta que los aspectos e ideas fundamentales del Sueño de la Crisálida se encuentra en aquel seminario, así que le he dado una forma más narrativa para que se pueda leer como un libro.
Antes de que alguien pueda leer este ensayo, considero necesario aclarar algunas cosas. Nací en 1941 y estudié Filosofía y Letras, especializándome, a partir del tercer año de carrera, en Historia, Geografía y Arte. En la Facultad me topé con la corriente filosófica en boga en aquella época llamada Estructuralismo, aunque también influyeron en mi formación el Existencialismo y otras corrientes filosóficas. Pero no fueron las únicas influencias, pues ya desde tercero de Facultad dedique doce años de mi vida a investigar, para mi tesis de licenciatura, el tema de la Alquimia.
El Estructuralismo era un enfoque respecto a las ciencias humanas, que por aquel entonces llegó a convertirse en uno de los métodos más generalizados para el estudio del lenguaje, la cultura y la sociedad. No existió nunca una escuela de pensamiento claramente definida como estructuralista, aunque su origen se remonta a Ferdinand de Soaussure y a su “Curso de Lingüística General ” (1916) que fue el que estudiamos en primero en la Facultad.
Concibiéndolo desde un punto de vista bastante general, el Estructuralismo intentaba explicar las interrelaciones (estructuras) que dan origen a los significados de una cultura. Según tal concepción, el significado de una cultura viene producido y perpetuado a través de una serie de prácticas, fenómenos, rituales y actividades que constituyen su sistema de significados. Los estructuralista estudiaban las formas de elaborar la comida, los ritos religiosos, los juegos, los rituales sociales, etc., con la intención de descubrir las formas en que dicha cultura producía y reproducía sus significados. Uno de los más influyentes de estos investigadores fue Claude Lévi-Strauss quién, como antropólogo, analizó los mitos, los sistemas de parentesco y las formas de preparar la comida de las diversas culturas desde la más remota antigüedad.
El método estructuralista también fue aplicado a la Literatura, a fin de examinar la relación subyacente entre los elementos (estructura) de una novela, poesía u obra de teatro. Ello permitió encontrar vínculos y estructuras similares en obras que pertenecían a épocas distintas, aunque también sirvió para encontrar significados que no se encuentran explícitamente expresados en el texto de la obra.
Saussure se había interesado en investigar la Lingüística histórica y, en su Curso, desarrolló una teoría general de la Semiología. Elaboró un sistema de conceptos que permitieron crear una ciencia que estudiara los fenómenos del lenguaje. Así nace la Lingüística Estructural, desplegando, paralelamente, una ciencia que abarcaba toda la teoría de los signos, la Semiótica. De esta manera, la lengua como institución social, y la semiología como sistema de valores, configuraban, en el habla, la base de las culturas humanas. Tal sistema se basaba en dos elementos fundamentales de la semiótica: el significante (palabra escrita o hablada) y el significado (el concepto-idea) de la cosa a la que se refiere la palabra o sonido. La reunión de ambos elementos constituyen un signo lingüístico.
Mi primer trabajo como profesor fue en un colegio de Tenerife, donde durante tres años impartí clases de Lengua y Literatura, y Sociales (Historia, Geografía y Arte englobadas en una unidad, como un solo sistema). Era la etapa de inicio de la EGB. Por motivos personales, me marché de allí y durante un año impartí cursillos de formación para maestros que intentaban reciclarse y adaptarse a los nuevos textos de Gramática, repletos de lingüística estructural, y de Sociales, también construidos siguiendo los contenidos estructuralistas. Mi trabajo consistía en ir por los colegios y, después que yo explicaba como era el método de los nuevos libros y la gramática estructuralista, el representante de una editorial, que por aquel entonces comenzaba a adquirir prestigio, hacia la oferta de los libros de texto de dicha editorial. Explico esto un poco para que sepan que se de lo que estoy hablando.
Pues bien, lo que más les costaba a los maestros de las islas que formaban la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, que eran en las que yo daba mis charlas, era la relación arbitraria que existía, según el estructuralismo, entre el significante y el significado, el que no existiera ningún lazo natural a través del cual pudiera establecerse una analogía entre la palabra (escrita o hablada) y el objeto con el que se la relacionaba. Otro concepto problemático fue el concepto de sintagma que volvía locos, no ya a los maestros, sino a los alumnos. Saussure y otros estructuralista fueron el martirio de toda aquella generación de maestros y estudiantes.
Durante la década de los 60, el Estructuralismo había adquirido una posición relevante en Francia y fue desde aquí desde donde se extendió por el mundo. Se opuso al Existencialismo de los 40 y 50 al rechazar la noción de "libertad humana" de los existencialistas, y enfocó su atención en las formas que la conducta humana es moldeada por estructuras culturales, económicas, históricas, sociales y psicológicas. El trabajo más importante en este sentido lo inició Claude Lévi-Strauss con su obra “Las Estructuras elementales de parentesco ” (1949). Examina los sistemas de parentesco desde un punto de vista estructural y demuestra que organizaciones sociales, en apariencia distintas, solo son variaciones o permutaciones de unas pocas estructuras básicas. Así surge en los años 50 su “Antropología Estructural ”, obra que todo estudiante de humanidades de mi generación no dejó de leer. A mediados de los 60 éramos muchos los que creíamos que el Estructuralismo podría ofrecernos un enfoque unificado de la vida humana en todas sus facetas. Roland Barthes y Jacques Derrida estudiaron las estructuras literarias; Lacan y Piaget, las psicológicas; Foucault las ciencias humanas, aunque con posterioridad se apartaría del estructuralismo. Althusser combinó marxismo con estructuralismo… Luego, todo se derrumbó.
El estructuralismo fue superado por dos nuevas corrientes, el postestructuralismo y el deconstruccionismo, así como por la gramática generativa y la lingüística cognitiva en el campo de los estudios lingüísticos, sobre todo a partir de los movimientos del 68 y del mayo francés. Ya en los 80, el deconstruccionismo y su énfasis en la ambigüedad fundamental del lenguaje, más que en su estructura lógica, terminaron de arrinconarlo. Para la década de los 90 el estructuralismo era una teoría muerta.
Los postestructuralistas habían salido del propio estructuralismo. Jacques Lacan, Michel Foucault y Roland Barthes, con el propio Lévi Strauss, fueron los que desarrollaron el postestructuralismo; a ellos se unieron Darrida, Gilles Deleuze y Julia Kristeva. Fue en las universidades norteamericanas donde surgió el término postestructuralista. Mientras el estructuralismo había intentado desarrollar un metalenguaje autosuficiente y generalizado que permitiera describir cualquier configuración, ya fuera antropológica, lingüística, histórica, literaria o psicoanalítica, sin perderse en los elementos que conformaban sus estructuras y poder así analizar sus relaciones, el postestructuralismo empezó a diferenciar las jerarquías implícitas en el estructuralismo y a cuestionarlas. Los postestructuralistas afirmaban que el análisis estructural era asíncrono, es decir, que solo se daba en un momento determinado, suprimiendo la diacronía o historia. Con ello, se intentó reafirmar la importancia de la Historia. Por ejemplo, Foucault, en los años 70 retoma a Nietzsche para hacer una crítica del estructuralismo.
En tonos grandilocuentes se les tachó de reduccionistas, señalando que el reduccionismo de la Ciencia es una forma violenta propia de la civilización occidental que ha cometido excesos tales como el colonialismo, el racismo, la misoginia y la homofobia, amén de no se cuantas cosas más. A los postestructuralistas se les llamó por ello postmodernos.
Un aspecto importante del postestructuralismo fue el desarrollo de la Crítica Literaria a un nivel nunca imaginado. La crítica literaria había sido un ejercicio de análisis y valoración lo más razonada posible de una obra literaria. Existían dos grandes modelos. La crítica literaria que pretendía ser objetiva y científica, y la que reconocía que existen muchos elementos subjetivos en cualquier obra literaria. Lo que separa a ambos métodos tiene que ver con el gusto, el gusto popular, por ejemplo. El gusto parecía ser algo que podía ser controlado y educado. Se decía que unas de las funciones principales de la crítica periodística era la de educar el gusto del público. También existía una crítica impresionista que pretendía mostrar las sensaciones que produce una obra literaria, en la que la estética era considerada como algo más importante que el propio rigor científico.
Todo esto fue desmontado por la deconstrucción. Derrida intenta mostrar como se ha construido un concepto cualquiera a partir de un proceso histórico y de acumulaciones metafóricas (de ahí el concepto deconstrucción). Para él, aquello que para la objetividad científica resulta claro y evidente, no lo es, ya que las herramientas de la conciencia en que la verdad ha de manifestarse están hechas de historias, son relativas y se encuentran sometidas a las paradojas que originan la metáfora y la metonimia. Para Derrida el significado de un texto es el resultado de la diferencia entre las palabras que se han empleado en su construcción, y no de la referencia a las cosas que ellas representan. Así, el punto de vista ideal para hablar de una obra de arte o de una obra literaria, se posiciona en la interpretación del que ve o lee la obra. Es decir, una obra de arte o literaria, no es lo que alguien ha escrito o pintado, por ejemplo, sino la interpretación que de ella hace el que la ve o la lee y, sobre todo, el crítico. Así, pues, es el intérprete y no el autor el que crea la obra de literaria o la obra de arte. Esta narcisista idea ha pasado a otros campos que abarcan desde los puramente académicos hasta la crítica periodística, deportiva, social o de la vida cotidiana. Es pues la visión de estos críticos la que impera como verdad.
Cuando impartí el seminario que da origen a este escrito, algunos bienintencionados defensores del objetivismo académico me acusaron de demasiado subjetivo y, aunque han pasado ya bastantes años, es por lo que escribo esta nota introductoria, para aclarar cual fue mi intención al dar aquel seminario. Aunque pudiera haber aspectos estructuralistas o postestructuralistas en aquel enfoque que di a la poesía de León Felipe, mi intención no fue desarrollar un trabajo académico; mi intención fue mostrar que más allá de esas técnicas de estudio, existía algo llamado conciencia y que era la empatía, como en el arte taoísta chino, la que aunaba, en una comprensión de distinto grado, al artista y al que se acercaba a la obra creada por este.
Ya desde que estudiaba en la facultad, ese no vínculo entre el significante y el significado, no me terminaba de convencer, y no era porque no comprendiera los conceptos de la Lingüística General, sino porque nadie pudo explicarme que si ello era así, y si las lenguas habían comenzado a ser pictográficas o jeroglíficas, donde significante y significado si están vinculados, ¿por qué no lo estaban en las lenguas que habían evolucionado de esas pictografías y glifos originarios? La respuesta era siempre: el sintagma (el signo lingüístico más simple), es decir, el significante, carece de vínculo con el significado, su relación es siempre convencional. Yo, entonces,  exponía el siguiente ejemplo:
He aquí tres palabras: cigüeña, cigüeñal y cigoto. Las tres tienen el mismo sintagma raíz “cig”, que es el que da significado a las tres palabra, las cuales, aparentemente, se refieren a tres realidades distintas: la cigüeña es un ave, claro que una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, le atribuye que es la que trae los niños al mundo. “¡Pero eso un cuento para niños!” Me dicen. Evidentemente. Esperen. Cigüeñal es una pieza mecánica que sirve para convertir un movimiento lineal en otro circular o viceversa. Al parecer fue inventada en 1260 por un ingeniero árabe llamado Al-Jazari, quién también construyó los primero relojes mecánicos y escribió una obra llamada “El libro del conocimiento de los ingenios mecánicos”. También es famoso su Reloj Elefante animado por personas y animales mecánicos; igualmente construyó un autómata que servía bebidas. Aparentemente, el uso de la raíz “cig”, en estas dos palabras, parece ser puramente convencional. Veamos la tercera palabra, cigoto. Se llama así, en Biología, a la célula que resulta de la unión de un gameto masculino (espermatozoide) con un gameto femenino (óvulo), en la reproducción sexual. ¿Qué tiene que ver entonces, una cigüeña, con un cigüeñal y con el cigoto? Al nivel de de la sincronía estructuralista, podría decirse que nada; a nivel de la diacronía, podría sospecharse que tal vez hubiera una conexión que se ha perdido con el paso y evolución del lenguaje. Pero, tanto sincronía como diacronía solo abarcan la realidad de un mundo plano, un mundo que solo cambia en lo horizontal, y dado que el lenguaje es un elemento esencial en el desarrollo de la conciencia, que evoluciona en lo vertical, y ésta se eleva sobre el plano añadiendo a lo humano una dimensión de crecimiento hacia lo alto y lo profundo... ¿Podríamos encontrar ahí, en lo que desde la antigüedad ha venido llamándose la Escala del Ser, la conexión que vincula a las tres palabras? Si meditamos un poco en los significados de cada una de ellas, podríamos darnos cuenta que a las tres palabras las une otra palabra, ésta sí, relacionada con la dimensión vertical, la conciencia y la Gran Cadena del Ser. La palabra movimiento. La cig-üeña al volar, genera dos movimientos, uno de arriba abajo, trazando dos grandes arcos con el batir las alas y, como consecuencia, un movimiento resultante de desplazamiento hacia adelante. El cig-üeñal, ya lo dijimos, es una pieza mecánica que transforma un movimiento circular en otro lineal o viceversa. Así pues, el movimiento de las cigüeñas y el cigüeñal entrarían dentro del mismo esquema de movimiento. ¿Qué pasa entonces con el cig-oto? ¿Dónde está el movimiento? Pues en las partes constitutivas que le han dado lugar. Al fusionarse, dan origen a esa célula llamada cigoto. El óvulo, una célula esférica en sí misma y en los elementos que la constituyen, posee un movimiento que podríamos decir que es circular; en él todo gira alrededor del núcleo del óvulo, todo se mueve a fin de encerrar en si mismo los elementos que constituyen su realidad. Por su parte, el espermatozoide, incluso por su propia estructura física, parece organizado para desplazarse linealmente, para impulsarse hacia delante, que es lo que realmente hace para ingresar al interior del óvulo. Así pues, aquí también un movimiento circular y otro lineal se aúnan en el cigoto para que algo nuevo, algo vivo, se desarrolle en la posición que le corresponda en la gran Cadena del Ser. Y aquí, en esta inconmensurable jerarquía de seres y de conciencias que evolucionan a su largo, su ancho, su alto y su profundo, que ascienden y descienden, todo se mueve, hasta el cigüeñal cuya idea básica ya estaba en la naturaleza, porque en esa Gran Cadena todo está vivo. ¿Cómo llegó ese significado, ese impulso de movimiento y vida al sintagma raíz “cig”? Estoy seguro que cuando hayamos profundizado bastante en los procesos de la evolución de la conciencia lo sabremos. Mientras tanto, podríamos preguntarnos, si al igual que ocurre con las estructuras matemáticas y su isomorfismo con las estructuras mentales, ¿no existirá también un isomorfismo entre lo que significan las cosas teniendo en cuenta una escala vertical del Ser y las palabras que usamos para designar esas cosas?
Es desde esta consideración y esta conciencia que fue desarrollado aquel seminario y, obviamente, también está escrito este breve ensayo sobre la Soledad y la Libertad. No se aplicó para desarrollarlo ningún método en concreto, ni estructuralista ni postestructuralista, ni tampoco debe leerse desde ningún sistema en concreto. Tengo plena conciencia que todos los sistemas, puesto que representan niveles de conciencia, tienen aspectos útiles y válidos, así como también tienen sus obstáculos; también tengo plena conciencia que ninguno de ellos en particular, ni la suma de todos ellos, podrán dar un significado absoluto y verdadero, porque los significados de la Vida y de la Conciencia, por el simple hecho de estar vivos, se mueven, evolucionan, cambian, se amplían y se hacen cada vez más incluyentes, englobando en sí a todo lo que les ha posibilitado llegar a ser. Todo ello constituye un potencial de impulso para seguir creciendo, para seguir ampliándose, aunque la decisión de hacerlo, en cada ser autoconsciente, pasa siempre, siempre, por ese momento que el poeta ha llamado Soledad.
En Santa Cruz de Tenerife.
En un día de finales del verano del año 2006.

(Continua)



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