lunes, 3 de junio de 2013

Sobre el significado de la Navidad 6



 En Cáncer encontramos el Cúmulo M 44 o El Pesebre (círculo verde) y dos estrellas de la Contelación de Cáncer son los Asnos (Asellus) Boreal y Austral. Abajo  la Constelación de Cáncer en el Cielo.

<ARTICULO PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 22-12-91>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Sobre el significado de la Navidad.
<AUTOR>: Alfiar
<CUERPO DEL TEXTO>:


6.- LOS PERSONAJES DE LA NAVIDAD (3)

El Tiempo es la distancia entre el grano y el fruto, entre el impulso creador y el universo creado. Pero el devenir de la Sustancia Energética en realidad física es Espacio. El espacio no es el lugar donde se sitúa un cuerpo, sino ese mismo cuerpo. Tiempo y Espacio se cruzan en nosotros en ese punto que la simbología iniciática llama Caverna del Corazón. Hacer un viaje, recorrer un camino, implica espacio y tiempo, es decir, distancia, trabajo, creación, conciencia de separación de dos orillas que por el acto de recorrerlas se unen. La Creación origina ese proceso llamado Evolución del Espíritu. Pero lo Inmutable no es la evolución orgánica, sino la manifestación en ese lugar apartado, en la Caverna del Corazón, de ese estado trascendente, de esa curvatura del espacio-tiempo que es la Conciencia Suprema encerrada sobre Sí Misma. Es un camino de Retorno.

(...)


Existe una Ciencia espiritual -Reintegración la llaman algunos-,  de retorno consciente a la Fuente, por la que la conciencia, aún haciéndose Una con el Padre, permanece. Cristo Resucitado vuelve a la derecha del Padre y, aunque se hace uno con El, no se funde con El. Permanece. Esta Ciencia es una Ciencia alquímica, estelar: no solo porque su fórmula está escrita en las estrellas, sino porque trabaja con esa misma sustancia, ese mismo tejido espacio-temporal del que están hechas las estrellas. Y porque se refiere al desarrollo de esa Esencia en el hombre. Esta Ciencia es un trabajo que se realiza en ese Atanor de alquimista que es el propio hombre. Este, el hombre, no es otra cosa que un lugar, un espacio-tiempo curvado de una determinada manera y en el que se cruzan dos naturalezas: los dos extremos de la distancia.
En el interior de este Atanor existe un recinto sagrado, es decir, apartado, una gruta escondida donde la Sustancia Espiritual, en forma de semilla, permanece pura y unida a la Fuente. Es uno de los extremos de la Distancia, es nuestra Naturaleza Divina. El otro extremo es el propio Atanor, nuestra realidad física, emocional y mental; allí donde se destilan las energías para producir una fusión que permita que la distancia sea anulada. Es esa Piedra Filosofal que transmutará todo en Luz. Los alquimista equiparaban el Cristo-Niño a esa Piedra Filosofal. Ella también nace en el Belén interno del Atanor.
En el relato Evangélico, este lugar está referido como un Establo. Los establos para el ganado solían ser grutas naturales. Y en ese lugar, el relato representa a todos los Reinos de la Naturaleza. El Reino Mineral se nos manifiesta en la estructura rocosa de la gruta. El Reino Vegetal en el alimento que en el pesebre hay, heno y forraje, para el ganado. El buey y el asno representan al Reino Animal, aunque su simbolismo nos proyecta de nuevo a los cielos.
El Buey era aquella forma de adoración que debería cesar en la Tierra a la llegada del Cristo. Muchos pueblos de la Tierra aún adoraban al Toro. Este culto había prevalecido en épocas en las que el Sol transitaba por la Constelación de Tauro. Su culto aún subsistía a la llegada del Mesías en los Misterios de Mitra: otro dios solar nacido un 25 de Diciembre y que vivió una vida ejemplar, mítica, que enseñó y fue sacrificado. El Toro había sido el símbolo de lo humano imperfecto, del hombre-animal que debía ser sacrificado para que lo divino-solar surgiera. Sus representaciones aún subsisten en los restos arqueológicos de las viejas culturas: en Egipto como Buey Apis, en Babilonia y Asiria con sus toros alados, y en Creta con su Minotauro y sus rituales taurinos que se extendieron por el Mediterráneo. También en la India, aún hoy, el toro y la vaca son animales sagrados. En otros lugares, como España, aparece como recuerdo en las corridas de toros, que no son otra cosa que el ritual de este proceso. A este signo le siguió el que precedió a la Era Cristiana, Aries, el Carnero o el Cordero, que también aparece simbolizado en los rebaños de ovejas que rodean Belén.
El Asno es un animal asociado al Sol y a la Virgen, y por lo tanto, a Cristo. Un poco más allá de la constelación de Virgo, se encuentra la constelación de Cáncer y en ella encontramos un cúmulo estelar abierto conocido hoy día como M 44 o Messier 44, pero que en la antigüedad era conocido como El Pesebre y asociados a este cúmulo hay dos constelaciones que, también en la Antigüedad, fueron llamada el Asno Septentrional y el Asno Meridional, hoy conocidas como Gamma y Delta. El cúmulo “El Pesebre” fue descubierto por Arato en el año 260 a.d.C. y en 1610 d.d.C. observadas por Galileo. El Asno que viene del Norte, ese lugar del Espacio Cósmico por donde el Cielo se comunica con la Tierra, lleva a María, nuestra naturaleza humana, hasta Belén para que alumbre a la nueva conciencia solar. Y el Asno que camina hacia el Sur, una vez nacida, ante el peligro que representa Herodes, saca de allí esa naturaleza humana y a lo nacido de ella para llevarlos a Egipto.
     El Asno es también un animal asociado al dios Sol. En Emesa, capital de los nabateos (de donde procedía Heliogábalo, sacerdote del dios solar y emperador de Roma), cuando sacaban en procesión la Piedra Negra, morada del dios no-nacido, la transportaban sobre un asno. Un asno acompañaba a los Emperadores cristianos en las ceremonias de su consagración. Y todavía en la coronación de Napoleón como Emperador, un asno trotó libre por las calles precediendo al cortejo. Aunque aquí las gentes ya no tenían ojos para ver de que se trataba. En la Biblia hay asnos asociados a los personajes de algunas historias, por ejemplo a la de Balaam. El Centauro, en su significación más primitiva era mitad asno, mitad hombre, simbolizando así a esa parte de nosotros mismos que es nuestro cuerpo físico, esa realidad terca y obstinada, material, pero que controlada por los aspectos superiores, humanos, del Hombre Superior, se convierte en el vehículo que nos transporta allí donde tenemos que ir. Un asno llevó a Jesús a Jerusalén para ser crucificado, indicándonos que a la hora del sacrificio este cuerpo físico debe ser controlado, no ya por nuestras facultades humanas, sino por la Voluntad de nuestra naturaleza divina ya nacida y crecida. Porque es ella, esa Naturaleza física, nuestra naturaleza personal, la que hace de vehículo y lleva de un lugar a otro al Cristo en nosotros. Ella es la Piedra Negra, la Isis de los egipcios, la Mujer del "Cantar de los Cantares", la piedra negra que se venera en la Meca y que es símbolo del Islam, la Virgen Negra. Y se convierte en vehículo de lo Divino en nosotros a través de un proceso de gestación, nacimiento, crecimiento, vida tras vida, hasta su Resurrección.
El Reino Humano está representado por María y José. Los dos polos de lo humano, la doble naturaleza de una misma realidad espiritual. Nuestra naturaleza purificada por la destilación de las energías en el Atanor, es María, representada, no como Virgen Negra, sino como Virgen Blanca, como las que se encuentra en los parteluz de las entradas de las Catedrales Góticas. Y si hemos llegado hasta ese estado es porque, previamente, una Voluntad creadora, constructora de ese estado, agregando, nos ha llevado a él. Esta Voluntad es José, el carpintero, el constructor, el que agrega.
Al aparecer simbolizados en la caverna los cuatro Reinos de la Naturaleza, esta se convierte en la representación del Cosmos. Es un cosmos humano, reflejo del Cosmos Divino. Pero el relato nos habla del nacimiento de un Quinto reino que en el Evangelio es llamado Reino de los Cielos, y que es también un reino más de esa Naturaleza Divina. Por ello la experiencia de un Hombre hace dos mil años hizo que lo natural en nosotros -los cuatro reinos-, y los sobrenatural en nosotros también -un quinto reino potencial-, se pusieran en contacto. Y al hacerlo resonó la palabra "Gloria a Dios en las Alturas; en la Tierra paz y buena voluntad entre los hombres." (Lucas,2‑14)
No podemos evitar hacer la pregunta: ¿qué pudo ocurrir en esta mota de polvo que es la Tierra, que fuera de significación tan vital como para que lo Sobrenatural (ángeles) cantasen la Gloria de Dios en las Alturas y deseasen un reino de paz y nueva voluntad, Amor, a los hombres de la Tierra?
Si admitimos, aunque sea como hipótesis, que Dios tiene un Plan para el Hombre, y que este Plan afecta y comprende no sólo a él, sino a la Tierra y a todo el Cosmos Solar, ¿qué misterio se encierra en el hombre, que cuando nace al Quinto Reino, los Mundos Sobrenaturales cantan la Gloria del Señor? Tal vez seamos más importantes de lo que pensamos para el Espíritu. Recordemos que no solo los Elohim le dijeron al hombre Adam : "He aquí al hombre hecho como uno de nosotros", sino que Cristo también lo expresó al decir: "¿No sabéis que sois dioses?" ¿Es esa conciencia de lo que somos en nuestra más íntima naturaleza lo que nace en Belén? ¿Aunque sólo sea una semillita de lo divino que tiene que crecer y desarrollarse? ¿Es eso lo que traerá la paz al hombre, porque en esa realidad nos sentiremos uno con el Padre y con todo lo creado? ¿Y cómo puede uno no tener paz con lo que es uno mismo?
    La realidad de Ser nacida en Belén, ese Reino de los Cielos, es ese Nuevo Mundo, el Espacio, y esa Nueva Era, el Tiempo, que se cruzan en otra dimensión de la conciencia, donde ideales más elevados, contactos más profundos, unidos a una comprensión más amplia, caracterizarán a la nueva Humanidad.


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