¿QUÉ ES LA OBSERVACIÓN
DE SÍ?
Aunque
podríamos decir muchas cosas sobre lo que es y lo que no es, simplificaremos
diciendo que es una herramienta que nos
permite cambiar internamente.
A
menudo se comete el error de confundir la Observación de sí con el simple conocer. Conocer y observar son
dos cosas completamente diferentes. Por ejemplo: entro en una habitación y veo
a alguien sentado en una silla, pero, ¿acaso se puede decir que la observo? Me
fijo en su cara fruncida, ¿conozco por ello que se encuentra en un estado
negativo? Sin embargo solemos decir que la hemos observado y que conocemos su
estado negativo, deducido de nuestra visión. Aquí hemos equiparado observar con
conocer.
Hay
una anécdota sobre una persona que, en un grupo de Trabajo, hizo el siguiente
comentario sobre otra: “Fulanito me cae
mal, me resulta profundamente desagradable”. Le dijeron: "Intenta observarlo". A lo que
respondió: "¡Para qué, si ya lo
conozco!".
Esta
persona estaba confundiendo conocer
con observar; por lo tanto era incapaz de
comprender en que consiste la Observación de sí. Por otra parte, tampoco había
entendido que la Observación de sí, que es activa, era el medio para llevar a cabo un cambio dentro de ella
misma, un cambio en su manera de relacionarse con las cosas, mientras que el conocer, que es pasivo, no produce ningún cambio en nuestra interioridad.
(...)
(...)
Solemos
creer que Conocer es un acto que
requiere atención. Pero esto no es cierto. De la misma manera solemos creer que
la observación, la Observación de sí, que es un acto dirigido hacia
dentro, no requiere atención hacia lo que está sucediendo en uno. Esto tampoco
es cierto. En este Trabajo, el conocer es pasivo y no requiere atención, y la Observación de sí es activa y si requiere atención. Si queremos que nuestra observación
sirva para algo, nuestra atención ha de ser activa,
es decir, dirigida. En el caso del ejemplo anterior, supongamos que somos
nosotros a los que esa otra persona nos resulta desagradable y nos dicen que la
observemos. ¿Qué entendemos con ello?
¿Qué la observemos a ella? ¿O que la observemos en nuestro interior, en la
imagen interna que de ella tenemos, en las reacciones que esa persona nos
suscita?
Si
la observamos como una configuración de nuestra psique, advertiremos que un enjambre de pensamientos aparecen e
inundan nuestra mente, todo un coro de voces hablando a la vez dentro de
nuestra mente, a las que se suman otra muchedumbre de emociones desagradables
que han surgido sin que sepamos de donde. También podemos darnos cuenta que,
interiormente, estamos tratando muy mal, e incluso en forma aviesa, a esa
persona de la que hemos dicho que nos resulta desagradable.
Es
para ver y darnos cuenta de todo esto que pasa dentro de nosotros, por lo que
necesitamos de una atención dirigida, una atención activa. Esta atención procede de nuestro lado observante, mientras que los pensamientos y las emociones
pertenecen al lado observado en nosotros
mismos. A esto se llama dividirse en dos. Nuestro lado observante o Yo
Observante, se encuentra en un nivel diferente al de nuestro lado observado. Nuestro Yo Observante está formado por todas
esas partes de nuestra personalidad (yoes)
que están dispuestas a llevar a cabo este Trabajo
de desarrollo interior, por ello, poseen un poder de conciencia independiente;
Aunque puede variar porque, en cualquier momento, puede quedar sumergido al identificarse con algún estado
negativo de lo que se observa.
Si
el Yo Observante es respaldado por
otros yoes que valorizan el Trabajo
y lo recuerdan y desean ser más conscientes, el fluir de la negatividad que se observa, no podrá anegarnos tan
fácilmente. Con el tiempo, este Yo
Observante será ayudado por una especie de súper yo al que en el Trabajo
se llama Mayordomo Delegado. ¿Se dan
cuenta que esto no tiene nada que ver con el simple hecho de conocer que somos negativos?
El conocer pasivo, es un acto mecánico; en cambio, la Observación de sí, es un acto consciente, y nunca puede llegar a ser algo mecánico.
La observación mecánica de sí no tiene nada
que ver con la Observación de sí del Trabajo. La gente, no
sólo confunde el conocer con el acto
continuado de la Observación de sí sino que identifica el pensar con el observar. Pensar es algo muy diferente a observarse a sí mismo. Un
hombre puede pensar todo el día acerca de su persona y no Observarse a sí mismo ni siquiera una vez. La observación de nuestros pensamientos no es la misma cosa que el
pensar. Debe quedar claro que el conocer
y el pensar no son la misma cosa
que la observación.
Muchas
veces se hace esta pregunta: "¿Qué
debo observar?"
![]() |
"Detras del espejo". Alicia Fernandez. 2006 |
El Trabajo explica cuidadosamente qué es lo que se debe empezar a observar. Todo lo que ocurre en nuestro interior. Pero, luego, hemos de intentar alcanzar una plena Observación de uno mismo durante un día entero -o una semana- y vernos a nosotros mismos como su fuéramos una persona exterior a nosotros. Debemos pensar lo que pensaría si eso que observamos de nosotros se encontrase con nosotros mismos. No me cabe duda que lo detestaríamos, cordialmente eso si, aunque siempre lo hayamos considerado como “yo”.
Debemos
observar todo lo que ocurre en nuestra psique, y hacerlo como si lo que
observamos no fuera “yo”, sino ELLO.
Esto significa que debemos preguntarnos: "¿Qué está haciendo ELLO?", en vez de "¿Qué estoy haciendo yo?" Entonces veríamos
los pensamientos que se suceden en “ello”,
las emociones que siente, sus comedias privadas y sus dramas personales;
también veríamos sus elaboradas mentiras, sus interminables discursos internos,
sus excusas e invenciones, y así sucesivamente, todo lo cual pasa través de “ello” como en un interminable desfile. Y
como todo esto nos asusta, al instante siguiente, ¡claro está!, caemos de nuevo
en el sueño y “ello” vuelve a convertirse
en “yo” y vuelve a desempeñar su
papel en todas sus representaciones. Es decir, vuelve a ser el protagonista de
la comedia, o de la tragedia, que el mismo ha compuesto, imaginando que es verdadera.
Examinemos
más amplia y profundamente este punto de vista. Es preciso que lleguemos a ser
capaces de decir: "Este no soy yo".
Decírselo a todas las obras, a todas las canciones, a todas las
representaciones que se suceden en nosotros, a todas las voces que tomamos por
nuestras. Alguna vez, se habrán dado cuenta que, a veces, antes de dormirnos
por la noche, nos parece que alguien habla dentro de nuestra cabeza. Son nuestros
"yoes" los que están
hablando. También lo hacen durante el día, pero como creemos que son “yo” y los tomamos como uno mismo. Pero,
justo antes de dormirnos se produce, de forma natural, una separación, pues las conexiones entre los “centros” y los "Yoes"
se interrumpen con el fin de que el sueño sea posible. Dos o más "yoes" pueden interrumpir nuestro
sueño. Por eso creemos escucharlos como voces que hablan. En solo por un breve
momento, cuando el sueño comienza a invadirnos se separan de nosotros de forma natural.
Hay
que saber que esta separación interior
no se produce por el mero hecho de decir: "Este no soy Yo”, sino que hay que llegar a percibirlo
verdaderamente como algo real, percibir que es verdad, que "eso no soy yo". No consiste en que
nos persuadamos a nosotros mismos que no somos eso; tampoco sirve que nos
digamos "esto es lo que el Trabajo
dice”. Cuando uno se encuentra en un estado desagradable, si se Observa a sí mismo durante largo rato,
notará que toda clase de grupos diferentes de ariscos "yoes" intentan, uno tras otro,
ocuparse de nuestra situación, intentando sacar provecho de ella. Esto se debe
a que los "yoes" negativos
viven cuando exclusivamente son negativos. Su vida consiste en pensar siempre
negativamente o en sentir negativamente; es decir, en proporcionarnos
pensamientos y sentimientos negativos. Les deleita hacerlo porque, para ellos,
esta es su vida.
En
el Trabajo, es preciso observar sinceramente el goce que los
estados negativos nos producen y, en especial, el secreto gozo que sentimos
hacia ellos. Es difícil y complicado enfrentarse a ello, porque si gozamos
siendo negativos, sean cuales fueren las formas en que se es negativo, y son
legión, nunca podremos apartarnos de ellas. No es posible apartarse de algo por
lo que sentimos un secreto afecto. En realidad, lo que ocurre, es que uno se
encuentra identificado con esos "yoes” negativos que nos producen placer y,
así, nos convertimos en aquello con lo que nos identificamos.
Dentro
de sí, cualquiera, se va transformado consecutivamente en diferentes "yoes". No tiene en él mismo, nada
que sea permanente; aunque, a través de la “separación
de si” puede alcanzar algo permanente. La línea de separación pasa entre lo
que le gusta y lo que odia del Trabajo.
Hablemos
de nuevo de la “charla interior”. En
la práctica, todas las reglas se refieren a esta charla equivocada, y a la manera en que hemos de ocuparnos de ella.
Es preciso que observemos nuestra charla
interior y, sobre todo, la esfera de donde proviene. La charla interior equivocada es el
almacigo, no sólo de muchos estados desagradables futuros, sino también de nuestra
propia “charla exterior” (parloteo,
cháchara) equivocada.
Existe
en el Trabajo lo que se llama la “práctica del silencio interior”. Este silencio
interior, en primer lugar, debe referirse a algo muy preciso y concreto; y, en
segundo lugar, no hay que mencionarlo siquiera. Es decir, no se puede practicar
el silencio interior de un modo vago
y general, excepto quizás por un tiempo, y a modo de experimento. Pero si podemos
practicarlo con firmeza respecto de una cosa precisa y definida, conoceremos y
veremos algo con absoluta claridad.
Alguien
que lo practicaba preguntó una vez: "¿Practicar
el silencio interior no es acaso lo mismo que impedir que algo penetre en la
mente?"
La respuesta
es no. No es lo mismo. Se practica
el silencio interior acerca de algo que ya está en nuestra mente y de
lo cual deberemos tener alguna percepción, aunque es preciso que no lo toquemos
con nuestro discurso interior, con nuestra charla interior. A la charla exterior le gusta hurgar en los
lugares dolorosos, como cuando duele un diente. Y también le gusta hacerlo a
nuestra charla interior. Cuando esto
ocurre, aquello que es doloroso en nuestra mente comienza a fluir hacia el
discurso interior y se convierte en esa charla
interior que vamos esparciendo por doquier.
La charla interior siempre se ocupa de los estados negativos y forja pensamientos y palabras desagradables que, de súbito, se proyectan hacia la charla exterior. En el Trabajo se nos dice que, primero, hay que tener mucho cuidado con la charla exterior equivocada y, después, con la charla interior equivocada. En realidad, la charla exterior equivocada se debe casi siempre a la charla interior equivocada. La charla interior equivocada suele convertirse en una charla interior venenosa y malévola; nos produce una gran confusión interior, es basura. Es una forma diferente de mentira y, debido a ello, tienen tanta fuerza y persistencia.
La charla interior siempre se ocupa de los estados negativos y forja pensamientos y palabras desagradables que, de súbito, se proyectan hacia la charla exterior. En el Trabajo se nos dice que, primero, hay que tener mucho cuidado con la charla exterior equivocada y, después, con la charla interior equivocada. En realidad, la charla exterior equivocada se debe casi siempre a la charla interior equivocada. La charla interior equivocada suele convertirse en una charla interior venenosa y malévola; nos produce una gran confusión interior, es basura. Es una forma diferente de mentira y, debido a ello, tienen tanta fuerza y persistencia.
La mentira es siempre más poderosa que la verdad porque puede herir y llegar a
matar. Si logramos observar nuestra charla interior equivocada, nos daremos
cuenta que está hecha sólo de verdades a medias, o de verdades que se
relacionan entre sí en un orden incorrecto, o con algo que se agregó o se
omitió. En otras palabras, es sencillamente la mentira que nos decimos a
nosotros mismos. Si nos preguntamos: "¿Es
esto verdad?", tal vez logremos detenerla, aunque detrás nos encontraremos
con otra serie de mentiras. Con el tiempo, todo esto llegará a disgustarnos.
Nos dejará un mal sabor de boca. Pero, si gozamos con ello, la charla interior nunca aflojará su poder
sobre nosotros. No basta con que nos disguste un poco. Es preciso que el
disgusto sea absoluto.
Todo
esto pertenece a la purificación de nuestra vida emocional. Mecánicamente, sólo simpatizamos con
nosotros mismos y sentimos antipatía u odio hacia los que no simpatizan con
nosotros. Mientras no se produzca una purificación
en nuestra vida emocional de lo que somos mecánicamente,
interiormente, no será posible el desarrollo de nuestro ser. De ello no cabe la menor duda. Nada es posible a menos que nuestras
emociones dejen de estar fundamentadas, exclusivamente, en la autoestima. En el
Trabajo, la consideración exterior debe apoyarse en ponerse uno mismo en la posición
de los otros. A ello se refieren los Evangelios: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con
vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mateo: VII, 12). Este
es uno de los postulados definidos en los Evangelios de lo que en el Trabajo se llama la Consideración Exterior. Volveremos a hablar en otros momentos sobre
esto.
Es
menester que pensemos profundamente en lo que decimos y percibimos internamente y en lo que ello significa,
porque todo tiene un significado “exterior” e “interior”. Es frecuente escucharnos decir: "Yo siempre pienso en los demás". En
ese momento en que decimos algo así, es el momento para observar eso que decimos porque, probablemente, nos encontraremos un
tope (ya hemos dicho lo que son en
otro lugar). Generalmente, no nos damos cuenta de que decimos cosas que, si nos
las dijeran a nosotros, no las toleraríamos en absoluto. Observar esto en uno
mismo es una forma muy interesante de Observación
de sí, pues incluye la observación de nuestra charla interior.
El Trabajo dice: En el interior de uno mismo, todos los demás han de ser impotentes.
Puedo,
por ejemplo, llevar a una persona a la “caverna”
de mí mi propia interioridad y, ahí, hacer con ella lo que se me antoje. Desde luego,
puedo comportarme cortésmente; aunque, en el Trabajo, cuyo propósito consiste en purificar y organizar nuestra
vida interna, esto no es suficiente. Lo verdaderamente importante y lo que cuenta
es la manera como nos comportamos internamente
los unos con los otros. Comprender
esto es muy difícil. Tal vez creamos
que esto ya lo conocemos. Pero comprender,
solamente empezar a comprender, exige
muchos años de trabajo.
Cuando
lo interior se corresponde con lo exterior y cuando lo exterior obedece a lo interior, entonces el hombre posee un
"segundo cuerpo". Pero, tal
como somos, nuestra vida exterior no se
corresponde con nuestra vida interior,
porque permitimos que ésta sea controlada por aquélla. La vida interior crece cuando se “ve”
y se “comprende” la bondad de algo.
San
Casiano de Imola (240?-360?) que se negó a adorar a los dioses romanos, incluido
el Emperador, obispo de la actual Imola, fue condenado a morir torturado hasta
la muerte, por los niños que eran su alumnos, con los “stilum” que usaban para
escribir. En alguna manera es lo que hacen con nosotros nuestros pequeñitos yoes. Este martir y santo de los
cristianos decía que un hombre era capaz de hacer una misma cosa por diferentes
motivos: por miedo a la ley, por su reputación, por el qué dirán… En estos
casos, obramos desde el exterior. Aunque
también podemos obrar por ambición, por egoísmo... Incluso podemos hacerlo por
el bien (en abstracto). En éste caso,
obramos desde el interior y
contribuimos a desarrollar a nuestra personalidad u hombre interno. Todas esta obras pueden ser excelente material para
la Observación
de sí. Esto permite que penetre Luz
en las tinieblas de nuestra vida psíquica,
y es ella la que debe preocuparnos en el Trabajo.
![]() |
Grabado sobre la muerte de San casiano de Imola |
Todas
las advertencias del Trabajo se
refieren a nuestra vida psíquica, que
se encuentra en un estado verdaderamente caótico y lamentable. De este modo, la Observación de sí se hace más profunda, y la valoración de nuestro Trabajo llega a ser cada vez más interna. Así, el Trabajo comienza a forjar nuestra Esencia.
Todo
Trabajo sobre sí es siempre sobre lo
mismo. No importa dónde nos encontremos ni lo que hagamos, nuestro contacto con
el Trabajo ha de ser permanente. Y si
nuestra actitud interior hacia él es
la correcta, el propio Trabajo nos instruirá
sobre lo que significa realmente el Trabajo
sobre sí. Pero si nuestra actitud interior
es equivocada, no podremos llevarlo a cabo, porque la propia actitud equivocada
nos cerrará el camino.
Toda
Observación de sí, ha de llegar a ser
plena Observación de sí. Es necesario
que logremos ver todas nuestras reacciones a la vida y a las circunstancias de
ésta como “ello” en uno mismo, y no
como "yo". Si siempre
decimos "yo", entonces
nada cambia. El decir "yo",
el sentirnos "yo", hace
que el cambio sea imposible. Si a cada estado negativo decimos "yo", no podremos escapar de nuestra
mecanicidad.
Desde la infancia, y por imitación, comenzamos
a tomarnos a nosotros mismos con un ser que dice "yo" a todo cuanto sucede en su vida psíquica; así comenzamos a
sentirnos como una personalidad “una”.
Pero si queremos desarrollar nuestra esencia
hemos de dividirnos en “dos”. Hemos
de dividirnos en “ello” y en un "Yo Observante”,
es decir, en dos. Luego, más tarde, cuando
nuestra personalidad llegue a estar integrada, volveremos a ser “uno”, una unidad.
La Observación de sí es algo así como el escalpelo
de un cirujano que extirpa de lo que somos, lo que no somos nosotros. Cuando podemos
percibir lo que significa decir: "Esto
no es yo", es que hemos comenzado a separarnos de “ello”, a cortarlo y a separarlo de
nosotros. En el momento en que realmente somos capaces de decir: "¿Qué está haciendo ello?", en lugar de decir "¿Qué estoy haciendo yo?",
es que hemos comenzado a comprender el Trabajo.
A
consecuencia de esta comprensión, comienzan a surgir en nosotros nuevas decisiones,
nuevas maneras de tomar las cosas, de hacer frente de otra manera a los eventos
de nuestra vida y, nuestras respuesta a lo que entra en nosotros, ya no serán respuestas
mecánicas. Nuestro cambio interior comienza en el mismo instante en que tomamos
las cosas comunes y corrientes de la vida de una nueva manera. No podemos
cambiar internamente y seguir siendo los mismos. Seguir siendo los mismos significa
que seguimos reaccionando a la vida de la misma manera que siempre. Como señala
la parábola, seguiremos insistiendo en que nos den nuestra de carne. La idea del cambio radica en que
no volveremos a ser jamás los mismos. La idea de Trabajo se fundamente en un cambio interno y externo de
nuestra personalidad, ahora más integrada y unificada, después de separar, en lo que uno era, lo que
hemos observado que no somos.
El Trabajo es una poderosa herramienta
mental. Nos permite construir en nuestro interior un nuevo instrumento para
captar nuevos significados, para recibir nuevas impresiones, ya provengan de
fuera de nosotros o de nuestro interior. El Trabajo nos proporciona nuevos fragmentos de nosotros mismos,
fragmentos que habíamos olvidado, y que necesitaremos ir uniendo a través de
nuestra comprensión. Podemos comparar
esto con las piezas que componen un aparato de televisión. Se encuentras esparcida
sobre una mesa y podemos verlas. Si mis conocimientos son suficientes, si puedo
comprender lo que son y en qué
consiste una televisión, podré unirlas de nuevo y, entonces, la televisión
volverá a llevar a cabo la función para la que fue creada, que es la de
transmitirnos todo tipo de imágenes audibles que se emiten desde un lugar invisible
para nosotros.
Cada
pieza del Trabajo Interior, no es una
pieza física, no son objetos que están en una mesa. Aquí, las piezas son algo psíquico: son ideas, pensamientos,
direcciones, postulados, diagramas… Si poseemos el suficiente conocimiento, la suficiente comprensión de la finalidad de estas
piezas, si hemos acumulado la suficiente valoración
de la finalidad a conseguir, podremos ir montándolas de nuevo, reorganizándolas
en nuestro interior para que cumplan con la finalidad para la que nos fueron dadas. Constituir un
instrumento de recepción de energía provenientes de niveles superiores de
realidad y de conciencia. Habremos reorganizado nuestra psique.
Si todo
va bien, algo nuevo se habrá desarrollado en nosotros, Un nuevo ser habrá
nacido en nuestro Belén interno. Fa
habrá sonado. Pero si verdaderamente queremos crecer internamente, hemos de llevar a cabo el Trabajo completo, un trabajo que aún pareciendo individual, no
podremos realizar solos, porque siempre, siempre, es grupal. Hacer este Trabajo
separado de los demás, no solo es inútil, sino que es estúpido. No existen
realidades individualizadas en el Universo. Solo percibimos apariencia de
individualidades, pero todas ellas se encuentra integras en un Ser Uno,
llámesele como se le llame.
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