domingo, 19 de mayo de 2013

Sobre el significado de la Navidad 3




 <ARTICULO PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 22-12-91>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Sobre el significado de la Navidad.
<Autor>: Alfiar
<CUERPO DEL TEXTO>:

 3.- LA NAVIDAD. HECHO HISTÓRICO Y HECHO MÍTICO

   El nacimiento de Jesús en Belén no fue el nacimiento de un Mediador más. El hombre Jesús al dar nacimiento en él a ese aspecto de Dios que en la Conciencia Crística, el Hijo, simbolizada por el segundo aspecto de la Divinidad, sintetizó en sí mismo, no sólo las realizaciones pasadas de la raza humana, sino que prefiguró todo nuestro futuro, al mostrarnos, porque las encarnó en sí mismo, todo lo que la humanidad podía realizar. Es por ello que su nacimiento en Belén significó el comienzo de un nuevo ciclo de evolución espiritual para el hombre. Tal hecho dio origen al surgimiento de un nuevo mito.
   Estamos tan inmersos en la materialidad, que no percibimos que la Religión (que es un hecho material), ha reemplazando el mensaje revelado (que es Energía Espiritual), por un credo; y que la doctrina (la repetición literal del hecho), ha sustituido a la comprensión y realización del mensaje. La Creencia se ha convertido en una especie de autodisculpa, en una vía de escape de la dificultad que entraña la comprensión del mensaje y su aplicación a la vida cotidiana.

(...)

   El esfuerzo por comprender, por adquirir experiencia, por expresar lo que se conoce y experimenta, parece ser demasiado difícil para la mayoría, que caen en el camino fácil basado en la creencia del testimonio de quiénes les inspiran confianza. No siendo esto otra cosa que un subterfugio para salir del paso, una autohipnosis para esconder nuestra incapacidad de esforzarnos. Es así como estamos divididos en los que creen y en los que no creen, siendo los que buscan con esfuerzo los que realmente encuentran.
   La Religión hace hincapié en la creencia ciega, sin conocimiento vivo. Sustituye la experiencia por el dogma y olvida que la Revelación Espiritual se ha expresado siempre de la misma manera. No tiene en cuenta que cada acontecer de la Vida del Espíritu ocupa una posición y forma parte de una continuidad en el esquema general de las cosas. La Sabiduría  que expresa la relación con Dios, las reglas del camino cuya práctica guía nuestros pasos en el Retorno al Padre y las Enseñanzas que trae la Revelación, siempre han sido las mismas a través de las edades, y no son diferentes a las mostradas por Cristo. Krishna experimentó esta verdad cuando dijo:
"Siempre que haya un debilitamiento de la Ley y un crecimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces Me manifiesto. Para la salvación de los justos..., para el firme establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad. El que percibe Mi Conocimiento y Mi Obra como divina, que en verdad lo es... ese está conmigo, oh Arjuna."
(Bhagavad Gita. IV,7‑8)
   Cuando se olvida la Enseñanza sobre la Sabiduría Interna y se ignora el aspecto esotérico -escondido en el interior de la forma manifestada- de la Revelación del Plan de Dios, desaparece el espíritu y la experiencia viviente. Olvidamos que la Revelación sigue la Ley de Aparición Cíclica: primero pasa por la fase de experiencia e inmersión en la forma, luego crece y se desarrolla en el interior de la forma, más tarde se cristaliza y se mitifica y el énfasis se pone sobre la letra, hasta que al final la forma es destruida alumbrando la Luz que se había desarrollado y crecido en su interior, a partir de una pequeña chispa de luz. Pero el Espíritu de lo revelado ha permanecido siempre vivo en todo el proceso. Por ello, Pedro, aunque sea el símbolo de la forma materializada, hecha piedra, tomado como símbolo mítico, encierra en él, viva y palpitante, la verdad de lo revelado. Por ello también, eso que en forma despectiva llamamos mitos, leyendas, no son otra cosa que verdades probadas y comprobadas por un Mediador, y por lo tanto, caminos válidos, puentes que unen el abismo surgido entre el Conocimiento adquirido en el pasado y la Nueva Verdad formulada en el presente.
   La mentalidad colectiva de todos los pueblos está llena de esos puentes que unen una época con otra. Y aunque nuestra forma despectiva de llamarlos los ignore, encierran misterios en los que lo revelado en cada época o edad, se convierte en mito y leyenda en la siguiente. Pero el espíritu que se reveló, la verdad espiritual que se puso al alcance del hombre, aún permanece allí encerrada, en aquella forma cristalizada, convertida en piedra.
   De la misma manera que la energía solar que una vez, hace millones de años, salió del Sol, aún permanece viva en esa forma cristalizada que es el carbón. Y de la misma manera que el carbón debe ser sometido al fuego para que libere la energía solar encerrada el él, el mito, el símbolo, debe ser consumido por el fuego de la mente para que la Verdad Espiritual que un día salió de la Fuente Divina y que se haya encerrada en él, sea liberada, comprendida, asimilada y hecha carne.
   Por todo lo ello, el Avatar Cristo, además de ser una figura histórica, es también un mito, como lo fue Krishna, Osiris, Quetzalcóatl o Buda. Y es así, al ser consumido por el fuego de la mente, como el mito se transforma en una realidad viva en la experiencia de un individuo que lo lleva a la acción, a la transformación, a la comprobación. La activación en nosotros de esa Verdad-Energía, nos pone ante el conocimiento de que las fuerzas que rigen nuestro destino son de origen divino, y se manifiestan en nosotros siguiendo un Plan del que apenas conocemos nada. Plan que nos va siendo revelado conforme crecemos en Conocimiento y Sabiduría, es decir, en Conciencia. Y es por la expresión de esta Verdad, como podremos probar esta Verdad en nosotros a los demás.
   La Palabra siempre ha sido emitida para que la Humanidad pudiera ver cual era el próximo paso a dar. La Palabra, antes de ser expresada, fue pensada en la Mente de Dios, allí donde todo el Plan de la Creación y su Propósito existe en estado latente. La Palabra en Acción es Lo Creado, con sus ritmos, sus leyes y sus posibilidades de evolución y de transformación, con su destino implícito. El Centro de los Cielos, ese Centro donde la Voluntad de Dios es conocida, debe ponerse en contacto con el Centro del Corazón del hombre; porque cada hombre, en lo más profundo de su interioridad, allá en lo profundo de la caverna, debe oír esa Palabra y nacer. Cada uno de nosotros tiene que pasar por esta experiencia en la que El Verbo se haga carne. Entonces conoceremos. Pero hasta que la experiencia en Belén no sea parte de nuestra experiencia individual como alma, el relato evangélico, seguirá siendo un mito, o una creencia, o una no-creencia en su verdad histórica.
   El mito nos cuenta como desde las tinieblas de la matriz de la materia, el Cristo-Niño nace en Belén y se encamina hacia la Luz del Reino. Cuando por la comprensión, el mito se interioriza y arde al ponerse en contacto con el fuego de la mente, la Luz es liberada, iluminando la materia de la naturaleza humana. Es así como el ciego de la parábola Ve.

"Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le respondió: ¿Tanto tiempo hace que estoy entre vosotros y aún no me habéis conocido? El que me ha visto ha visto al Padre." (Juan 14,8‑9)

   En el esquema de las cosas reveladas hay patrones comunes. Jesús, en su nacimiento, vida y muerte, no es diferente al nacimiento mítico de otros mediadores: nace de una Virgen, lo hace un 25 de Diciembre, justamente después del Solsticio de Invierno, y una estrella surgida en Oriente señala su nacimiento; magos, sabios o iniciados acuden a rendirle reconocimiento de su realidad divina, son amenazados por el orden imperante y tienen que huir...
   En el lenguaje mítico, la imagen simbólica, María, la Madre-Virgen, es una referencia a la Naturaleza, y sobre todo la naturaleza humana. En los relieves egipcios vemos a Isis la Negra, de pie, sobre una luna creciente con doce estrellas rodeando su cabeza. En casi todas las iglesias católicas, vemos a María, Reina del Cielo, de pie sobre una luna creciente y su cabeza circundada por doce estrellas. La Amada del "Cantar de los cantares" es negra y hermosa, como las Isis o como las Vírgenes Negras que sostienen al niño en su regazo. Son Vírgenes-Madres Entronizadas. La madre de Baco es Myrra; la de Hermes, Maia; la de Buda Maya. ¿Quién o qué es María? ¿Quién esa Virgen Madre de cuyo seno nace Cristo y que luego lo sostiene en su regazo? ¿Sólo un personaje histórico? Y, ¿qué es la Caverna, la gruta, el establo? ¿Todo ello es sólo un hecho histórico que ocurrió hace dos mil años? ¿Puede ser además un hecho mítico susceptible de realización personal en cada uno de nosotros?
   ¿Alguien se ha preguntado de qué depende el conocimiento que un hombre tiene de la cualidad interna de la vida? Tendríamos que descubrir que ese Conocimiento depende principalmente de tres factores:

a. De la profundidad y alcance de la propia experiencia personal.
b. De hasta donde se posee afinidad imaginativa para penetrar en la experiencia de otros, sobre todo del Mediador.
c. De hasta donde se ha reflexionado sobre el material (información) al que se ha accedido.

   De todo esto, la experiencia personal es el primer requisito. Pero eso sólo no basta. Porque muchas escrituras sagradas dicen que la mayoría de las personas son ignorantes a pesar de tener experiencia. Y es que la percepción interna y la Sabiduría del Corazón surgen, no del número de cosas experimentadas, sino de la calidad y profundidad de comprensión, y por tanto de conciencia, sobre ellas.
   El Hijo de Dios es el Hijo del Hombre. Pero como se ha puesto el énfasis sobre su divinidad, el Hijo del Hombre ha sido relegado. Y es precisamente ese Hijo de Hombre, esa condición humana simbolizada como Isis, María, Diosa-Madre, la que tiene que alumbrar al Hijo de Dios, al Cristo. Y lo tiene que hacer en Belén.


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